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En estos últimos años la Real ha ido a Europa porque ganaba con regularidad a los equipos de la segunda mitad de la tabla gracias ... a la calidad técnica de sus futbolistas de campo contrario. Los Odegaard, Portu, Isak, Oyarzabal, Silva, Sorloth y compañía eran argumentos suficientes por sí solos para sumar de tres en tres con cierta asiduidad. Ahora le quedan el capitán, Kubo y los chispazos de Barrenetxea en momentos puntuales de la temporada. El resto, al menos este curso, ha aportado más bien poco. En el futuro serán la leche –puede que sea así–, pero ver el fuera de juego en el que cae un delantero centro puro en el minuto 89 en una acción en la que el banda derecha dispone de tanta ventaja es para que se te caiga el alma a los pies.
El problema en un campeonato que premia la regularidad es que la Real no tiene fútbol para ganar a esos equipos a los que antes sí vencía. El ejemplo más evidente es que el Alavés se ha llevado los seis puntos en el doble enfrentamiento directo. Allí y aquí. Igual que Osasuna y Mallorca. Contra el Rayo Vallecano solo hemos sumado uno, al Valladolid no fuimos capaces de ganarle en Zorrilla y hasta el Las Palmas puntuó en Anoeta. Ahí se está escapando el tren de Europa. Porque a los de arriba, a pesar de haber ganado en casa a Barcelona, Betis y Villarreal, es muy difícil rascarles muchos más puntos por la diferencia de plantillas existente. Con lo que si no sumas ante los de abajo, estás perdido.
Había mucha confianza en que después de quedarse con una competición solo tras la semifinal del Bernabéu, la Real podría acelerar en el sprint liguero para acabar entre los ocho primeros. Pero ha sucedido precisamente al revés, perdiendo en casa ante el Mallorca y ante el segundo peor local del campeonato.
Se sabía que el de Vitoria iba a ser un partido de mucha disputa y en la pelea no estuvo mal la Real. De hecho, se dio un empate técnico en los duelos (63 locales contra 60 visitantes) y por arriba se notó la presencia de Jon Martín, de las pocas noticias positivas de la noche, para ganar ese juego aéreo (26-20). Pero a partir de ahí se necesitaba algo más para decantar el choque y el conjunto de Imanol no encontró ningún argumento al que aferrarse para ello.
Soy consciente de que este equipo no tiene nada que ver con el de los años anteriores. Del once tipo de la segunda vuelta de la pasada temporada ya no están Le Normand, Galán y Merino, Traoré ha perdido su condición de titular, Brais y Barrenetxea se han visto limitados por sus problemas físicos y Zubimendi no puede hacerlo todo solo. Que la Real está en un año de transición no es una cuestión de voluntad, es una realidad. Llamémosle 'nuevo libro', 'renovación' o como queramos. Hace dos temporadas teníamos siete jugadores de un nivel top y ahora, tras la marcha de Le Normand, Merino, Silva y Sorloth, nos quedan Zubimendi, Kubo y Oyarzabal. Rodeados de futbolistas que pueden tener un gran futuro pero que aún deben comer muchos garbanzos para marcar diferencias en el presente. Eso lo tenemos asumido y hasta aceptamos.
Lo que me sorprende es que con otros mimbres queramos jugar a lo mismo de 'antes porque al final ni desbordamos en el juego al pie, ni hacemos daño al espacio ni dominamos la estrategia. Contemplar la pasividad de Javi López en el córner del gol de Tenaglia es desolador cuando ha costado 6,5 millones. ¡Casi lo mismo que Isak! Quedan cinco jornadas y jugar ante tres de los cuatro primeros y un equipo en forma como el Celta. Europa se ha puesto muy difícil.
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