Todos los jugones se mueven igual, y el nuestro no iba a ser menos

Su historia como txuri-urdin comenzó en el minuto 62. Un negado Isak abandonó el terreno de juego para que el mago de Arguineguín ingresase en el verde con el '21' a la espalda. ¿Su misión? Sembrar el pánico en el balcón del área merengue, su especialidad. Se situó en la tercera altura de los volantes, por la derecha, justo por detrás de Oyarzabal, que pasó a ser la punta de lanza.

Todos los jugones sonríen igual. Y todos los jugones se mueven igual. Con apenas un puñado de entrenamientos en sus piernas, el ex del City destilaba clase hasta en la forma de caminar. Solo hay que fijarse en su postura cuando va a recibir cualquier balón para saber que es un futbolista diferente. De los buenos. Su primera intervención fue una conducción sencilla que terminó en los pies de Barrenetxea.

Las botas rojas de Silva buscaron hacer daño lanzando a los extremos en velocidad, pero las fuerzas ya estaban justas. Guevara y Merino fueron los dos socios con los que más colaboró en sus primeros minutos de competición. El detalle más significativo en esos minutos fue comprobar, de primera mano, lo difícil que es que pierda un balón.

En el minuto 76 metió el miedo en el cuerpo al Real Madrid. Comenzó a flotar por la media luna del área con el balón, y acabó culminando la jugada por la izquierda con un centro suave pero venenoso al segundo palo que Mendy despejó con apuros.

Aún le quedan varias semanas de trabajo diario y minutos de calidad para alcanzar su mejor versión, pero ayer Silva evidenció que es el perfil perfecto de jugador para engarzar con los hombres del medio y los de arriba. Aún sin esa chispa que caracteriza a un futbolista rodado, estuvo cerca de anotar su primer gol con la camiseta blanquiazul. Al borde del minuto 90 recogió un balón en la banda derecha y cortó hacia dentro, en una acción clásica de su repertorio, para buscar algún hueco imposible. No lo encontró, pero lo que sí pasó es que el balón le encontró a él acto seguido en la frontal, donde acomodó la pelota y soltó con calidad la pierna izquierda para buscar un golpeo rápido que impactó en las partes nobles de un milagroso Raphael Varane. Uy.

El final del encuentro le cogió derrengado por el esfuerzo. Serio, como es de puertas hacia fuera, saludó al árbitro de la contienda y se marchó a departir con un viejo amigo, Sergio Ramos, con el que ha luchado en mil y una batallas por todo el mundo. El ilusionista canario no pudo completar ningún truco, pero calma, este número de magia solo acaba de empezar.