Illarramendi, la excelencia como exigencia
La afición confía en que el fino centrocampista de Mutriku recupere su mejor nivel de cara al próximo curso
Con la mayoría de los jugadores de la Real Sociedad ya de vacaciones (salvo los internacionales), buena parte de la afición txuri-urdin ya ... está haciendo las clásicas cábalas imaginando cómo va a estar configurada la plantilla el próximo curso. Quiénes llegan y quiénes se marchan serán preguntas que serán respondidas en las próximas semanas. Por eso, tal vez es más interesante reflexionar sobre el papel de jugadores que están en el equipo (y que siguen al 99%) y que, por un motivo u otro, no han rendido esta pasada temporada al nivel que se les presupone.
Es el caso del primer capitán, Asier Illarramendi (Mutriku, 1990), quien por culpa de una lesión sufrida en Mestalla en febrero se perdió el tramo más importante del curso, dejando el centro del campo huérfano de su director. Igor Zubeldia, un futbolista con un futuro más que interesante, cubrió bien su ausencia, aunque salta a la vista que son jugadores con aptitudes distintas, destacando más el de Azkoitia por su energía y poderío físico, y brillando más el ex del Real Madrid en la construcción del juego. Estos problemas físicos provocaron que el de Mutriku solo disputase este pasado año 2.007 minutos, repartidos en 26 encuentros de Liga y Copa. Se le ha echado de menos.
Dos años después de haber firmado la que tal vez ha sido su mejor temporada en la élite, Illarra está ante uno de los años más importantes de su carrera deportiva. El fino centrocampista está centrado ahora mismo en descansar y en recuperarse cuanto antes de esa dolencia que le ha hecho perderse un total de 12 partidos, aunque por su cabeza seguro que también ronda la idea de que debe volver a convertirse en el amo y señor de la zona ancha del campo. Tácticamente sobresaliente, es un pivote que destaca por su visión de juego, calidad en el golpeo, y su habilidad para conducir el balón rompiendo líneas, características que le hacen estar en ese selecto grupo de los mejores de la Liga. Es el motor de la Real, su termómetro.
Frustrado
Nueve años después de debutar con el primer equipo en el Martínez Valero ante el Elche en Segunda, Illarramendi es el legítimo heredero del brazalete de capitán que dejó tras su retirada un histórico como Xabi Prieto, aunque muchos opinan que debería dar un paso adelante para convertirse también en el emblema del club, cargo que, sin ninguna duda, ostenta su joven compañero Mikel Oyarzabal, quien se ha vuelto a echar al equipo a sus espaldas.
Con todo, fue uno de los que peor lo pasó con la llegada de Asier Garitano al banquillo hace ahora un año; el sistema de juego del técnico bergararra no casaba con su filosofía futbolística. El canterano ya manifestó en alguna ocasión que él prefería darle más importancia al balón y a la circulación constante del mismo, como en las mejores épocas de Eusebio Sacristán. Fruto de estas desavenencias en la forma de ver el juego, el que fuera técnico del Leganés le dejó en el banquillo en más de una ocasión, argumentando ante los medios de comunicación que esperaba «más de él como jugador, sé que puede dar más».
La llegada de Imanol Alguacil al vestuario le vino bien, porque el estilo que propugna el entrenador oriotarra es más atrevido y divertido: busca hacer daño al rival a través de la posesión del esférico y una presión alta para poder robar la pelota lo más cerca posible de la portería contraria. La teoría parece sencilla, pero llevar esta idea a la práctica requiere, entre otras cosas, que el metrónomo con cabellera rubia esté fino, porque su trabajo como ancla es fundamental. Volver a estar físicamente al 100% en pretemporada le ayudará a despejar la cabeza y a prepararse para un gran reto: liderar el retorno de la Real a Europa. Y es que la vara de medir para esta clase de futbolistas es la excelencia.
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