Ander Guevara, un estilo diferente para la sala de máquinas
La inesperada decisión de Imanol de sentar a Zubeldia brinda la oportunidad al vitoriano de volver a ser titular
Poco antes de las tres del mediodía saltó la sorpresa entre la afición realista. El mensaje de «¡Zubeldia está en el banquillo!» corría como ... la pólvora por los grupos de WhatsApp de los fieles de la escuadra txuri-urdin. ¿Quién salió en su lugar como mediocentro? Ander Guevara (Vitoria, 1997), el hombre tranquilo.
El canterano, futbolista de pleno derecho de la primera plantilla desde este curso, jugó su cuarto partido de la temporada -y el sexto en total con los mayores, con los que debutó en Copa en la 17/18- y cuajó una actuación con luces y sombras, en la línea de la mayoría de sus compañeros.
En el primer acto se le vio en muchas ocasiones incrustado entre los dos centrales, Le Normand y Llorente, a la hora de sacar el balón. El otrora capitán del Sanse estuvo, como siempre, muy comunicativo con sus compañeros, a los que no paró de dar indicaciones, un claro indicativo de que carácter y personalidad no le faltan.
Y la calma, claro. De casta le viene al galgo, porque su padre, Carlos, fue jugador del Alavés en los albores de la década de los 80, y llegó a disputar seis encuentros en Segunda División. Ha mamado fútbol en casa desde bien pequeño.
Sin la intensidad y agresividad de Zubeldia en fase de recuperación, el vitoriano mostró ayer otras cualidades en la sala de máquinas. El sentido de la colocación, por ejemplo, algo que le permitió estar siempre bien situado en la primera mitad, donde también se animó más que en el segundo acto con los pases verticales para romper líneas y encontrar a Merino y Odegaard, los encargados de enlazar con la delantera. Se giró sobre sí mismo con elegancia en un par de ocasiones para girar el juego e intentar desordenar a la zaga local.
Diluido
Frío, igual que una tarde cualquiera de diciembre en Valladolid, se quedó tras el paso por los vestuarios. Guevara se mostró menos participativo y le costó más asociarse con sus compañeros, en parte porque el cuadro local se estiró un poco más y dificultó un punto más la salida de balón. Proliferaron más los balones largos.
Como mediocentro posicional, también tuvo que emplearse a fondo sin balón para frenar el ataque vallisoletano en dos ocasiones, parando en falta a Sandro y a Toni Villa. Con todo, no le hizo falta dar ninguna patada para lesionar a uno de sus rivales, Nacho, que se marchó del verde tras recibir un pelotazo del exalavesista en la pierna izquierda.
En su debe, el grave error que tuvo en el minuto 69 perdiendo el balón de forma inocente y originando la ocasión más clara del Valladolid, desperdiciada por Guardiola, que estrelló el balón en el cuerpo de Remiro. Se desquitó en los últimos minutos del duelo con dos buenas recuperaciones. El 'estadio de la pulmonía' nunca será una plaza sencilla...
Gorosabel, de más a menos en su segundo partido
Era su segundo encuentro de la presente temporada y eso le pasó factura. Andoni Gorosabel (Arrasate, 1996) cuajó ayer una discreta actuación en Pucela, en un encuentro gris en el que salió de inicio por la sanción por acumulación de tarjetas amarillas de Joseba Zaldua, y en el que fue de más a menos. El canterano arrancó con brío en el primer tiempo, dando apoyos constantes a Odegaard en el sector derecho para estirar al equipo e intentando pisar línea de fondo, pero sin mucho éxito.
Le faltó tensión en algunos lances del juego, como en las tres pérdidas no forzadas que tuvo en el segundo tiempo en la banda derecha y que provocaron sendas contras del rival.
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