Se ganan su porción de pizza

Segundo 34 de partido. Andrijasevic muestra su tarjeta de presentación a Merino. Salta junto al navarro y le suelta un codazo. Los antiguos libros del fútbol decían que en un partido en casa la primera falta y el primer disparo debían ser de los locales. Y eso hizo el jugador croata. Ser fiel a los dogmas de toda la vida. El Rijeka fue solidario en su deber de intentar defender su portería, pero ahí la Real no desesperó y obtuvo un premio más que merecido. Olabe ya advirtió que la Real deja la pizza y los paseos para el verano. Quiere competir hasta el final, pero la porción de ayer es más que merecida.

Miraras donde miraras ayer, ahí estaba Portu. Seguro que Stefulj sigue buscándole por las calles de Rijeka y ha tenido pesadillas con el delantero murciano. Fue una auténtica tortura para la defensa croata. El único lunar en su infatigable trabajo fue que sus jugadas no terminaran en gol. Tampoco debemos dejar aparte el trabajo de su guardián: Andoni Gorosabel. Al de Arrasate no se le acaba la mecha y está demostrando que es un lateral ya cuajado. En estos siete partidos ha logrado disipar las dudas con trabajo y tesón. Pura marca Real Sociedad.

4Noventa minutos del antiguo fútbol. Un país balcánico, con una afición caliente en las gradas y sin VAR. El encuentro de ayer nos transportó a otra época en el que después de una jugada no teníamos que estar a expensas de un monitor para saber si era válida. Nos perjudicará o nos beneficiará, pero prefiero un fútbol sin VAR en el que el árbitro debe tomar las decisiones con todas sus consecuencias. El joven Frankowski no tuvo demasiado trabajo y lo poco que tuvo lo resolvió de manera impecable.

Otra vez en Europa para ver a la Real». Buena parte de los aficionados se levantaron ayer con esa musiquilla que no pudieron quitarse de la cabeza durante todo el día. Es inevitable no sentir un cosquilleo en el estómago cuando la Real pasea su escudo por Europa. En los grupos de Whatsapp se sucedieron los mensajes. «Ahora teníamos que tener una cerveza en la mano, animando en alguna plaza y sin voz», me escribía un amigo a las cinco de la tarde. Todos a las 18.55 horas en punto encendimos la televisión. Cuando esta pesadilla desaparezca volveremos a invadir Europa con nuestros cánticos.