Generación victoria
Pertenezco a esa generación a la que muchos han llegado a denominar 'perdida' porque no pudieron vivir los años de vino y rosas de los ... ochenta en los que la Real cosechó sus mejores logros. Esa que a pesar de los palos que se ha llevado no ha dado la espalda al equipo. Nuestro sentimiento no se ha forjado en el Molinón, en las semifinales de la Copa de Europa contra el Hamburgo o en aquella final de La Romareda. Nos hicimos realistas -en el más amplio sentido de la palabra- viendo cómo caíamos en Copa contra el Zamora, por poner un ejemplo. Al día siguiente en la ikastola había que mantener la cabeza alta y ser incorruptible con tu realismo. Un ejercicio nada sencillo, todo sea dicho.
Debo decir que la fe en que pudiera ver a la Real en una final se ha ido diluyendo poco a poco a medida que he ido haciéndome mayor. Será que cuanto más viejo eres menos crees en los sueños. El paraíso, al parecer, solo era para unos pocos elegidos. Por eso, cuando el año pasado Imanol y sus jugadores nos brindaron la posibilidad de alzar un título necesité varios días para asimilarlos. ¡Es verdad, podemos levantar de nuevo un título 34 años después! En ese momento te das cuenta cuánto valió la pena sufrir en Anoeta viendo al Poli Ejido o al Granada 74 porque haber mantenido en pie al club en aquellos oscuros años nos ha llevado a que dentro de quince días el equipo vaya a jugar, no sé si es mucho decir, uno de los cinco partidos más trascendentales de su historia.
Y es que si la nuestra estuvo a punto de convertirse en la generación de las decepciones, quiero que la de mis sobrinos, que ahora tienen un año y cuatro, sea la que le ganó la Copa del Rey al Athletic. Quiero sentarme con ellos dentro de diez años y recitar de carrerilla la alineación que levantó la Copa en La Cartuja. Solo quedan dos semanas en los que viviremos obsesionados con este maravilloso sueño.
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