Final de Copa: un plan perfecto
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Desde hace un año todos los movimientos de la Federación referentes a la final han perseguido cercenar las posibilidades de la Real en la mismaLa final más larga del mundo se ha convertido también en la más envenenada por la cantidad de obstáculos que habrá que salvar para levantar la Copa. El último, la ocurrencia de la Federación de abrir las puertas a unos miles de aficionados de Andalucía, comunidad en la que el Athletic cuenta con 35 peñas por tres de la Real Sociedad. Vamos, que de prosperar semejante dislate jugaremos con el factor ambiental en contra.
Cada día tengo más claro que hemos caído en la trampa desde el principio. Que hemos sido víctimas de una encerrona en la que cada noticia siempre ha sido peor que la anterior. Hace un año, cuando celebrábamos la clasificación en Miranda, no había comparación entre los dos equipos y ahora la situación es muy diferente.
Es evidente que nadie tiene culpa de la pandemia que ha azotado el planeta. Puedes luchar contra el enemigo pero no contra los elementos. Otra cosa distinta es cómo se ha gestionado el aplazamiento, la fecha designada y las condiciones en las que llegarán ambos contendientes, que no son las mismas.
La gran excusa para este fraude ha sido el comodín de las aficiones. Una bandera perfecta, llena de sentimiento, tras la que esconder otros intereses que nada tenían que ver con el aficionado. Ayer quedó todo claro. Desde Bilbao interesaba dilatar esa final para rearmar la moral de la tropa y equilibrar las fuerzas. ¿Quién iba a ir en contra de un partido a puerta abierta?
Hace un año la Real Sociedad andaba como un tiro. En el momento en el que se suspendió la competición llevaba diez victorias en doce partidos –Espanyol, Mallorca, Osasuna, Real Madrid, Athletic, Valencia, Valladolid, las dos del Mirandés y Eibar–. Solo había caído en las visitas a Leganés y Barcelona. El Athletic, por contra, había sumado 9 puntos de 27 en Liga y en Copa necesitó de los penaltis para superar a rivales de Segunda como Elche y Tenerife. En Granada, cuando estaba virtualmente eliminado, un gol postrero de Yuri le salvó la vida.
La UEFA alza la voz. Para alargar la final hacía falta un cómplice y ahí estaba Rubiales, el organizador de la Copa, que siempre ha visto en el club bilbaíno uno de sus aliados más fieles en su guerra contra Tebas. Su frase en la visita a San Mamés de hace un año fue mítica: «Con Elizegi he tenido una gran conexión».
El plan era perfecto. Jugamos la final la próxima temporada y de paso el Athletic va a Europa con el billete de la Copa. ¿Cómo se podía hacer eso si se iba a aplazar? Muy fácil. Dándole esa plaza al primero de los dos finalistas en la Liga, pero si uno la lograba por quedar entre los seis primeros, iría el otro. Cuando llegó el coronavirus la Real era cuarta y tenía un colchón europeo de nueve puntos, mientras que el Athletic, undécimo, tenía que recuperar seis con el Villarreal, que marcaba la última plaza de Europa.
Pero hubo un contratiempo importante. La UEFA metió mano en el asunto y dijo que ella daba las invitaciones para sus competiciones. Que nada de ganarse un billete en los despachos. Si la final no se disputaba nadie iría a Europa vía Copa, por lo que ese derecho sería para el séptimo. En Ibaigane la noticia cayó como un jarro de agua fría porque no viajar más allá de los Pirineos suponía dejar de ingresar una buena suma de millones en un contexto de crisis en el que ha tenido que recortar dos veces los sueldos a sus jugadores en un año. La promesa de Rubiales caía en saco roto.
De repente las tornas cambiaron y quien más interés tuvo en aplazar la final era el que buscaba opciones de que se disputara al acabar la Liga. Pero ya era tarde y la bandera de la afición que había agitado como gran aliada se convirtió en un muro infranqueable.
La fecha y el virus FIFA. Aquello no presagiaba nada bueno para la Real. Había que fijar una fecha. En agosto, los primeros borradores del calendario ya dejaron claro que la final se jugaría el fin de semana del 4 de abril, algo que no tenía lógica si lo que se pretendía era disputarla en Sevilla y con las dos aficiones presentes. ¿Cómo la vas a poner en plena Semana Santa cuando no hay plazas hoteleras libres en la ciudad? ¿Pero no se retrasaba por atender al aficionado?
En realidad la fecha era propicia para que el virus FIFA impiese preparar la cita en condiciones al que más internacionales tiene: la Real. A la espera de que Bélgica dé la lista mañana y se sepa si va Januzaj, de momento pierde a Oyarzabal, Zubimendi, Barrenetxea e Isak. En el Athletic, Unai Simón e Iñigo Martínez. Es más, en un nuevo giro de tuerca se adelantó un día, pasando del 4 al 3 de abril, con lo que los internacionales blanquiazules apenas tendrán una sesión para preparar la final, en lo que supone una clara adulteración de la competición.
Tras el aplazamiento, solo la UEFA evitó la promesa de Rubiales al Athletic de jugar en Europa por ser finalista
En lo que respecta a las plantillas, la Real tiene la misma que el año pasado, porque ha traído a David Silva por Odegaard, mientras que el Athletic se ha reforzado con Berenguer, que con 8 goles en cinco meses se ha convertido en su principal referente goleador. 12 millones le ha costado, más otros seis invertidos en traer para su banquillo a Marcelino y su cuerpo técnico. Ahora, con esos 18 millones desembolsados en lo deportivo y respaldados por una Supercopa, el pase para la otra final y los aficionados que le quiere llevar Rubiales, ya están listos para jugar. El plan les ha salido perfecto. Solo les queda por resolver un pequeño detalle: quitarse de en medio a la Real. El apartado arbitral ya lo dejo a su imaginación...