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Una de las frases que más recuerdo con cariño de mi aitona, que tiene gran culpa de que sea como soy, volvió ayer a mi ... memoria cuando salió el nombre de Darko Kovacevic a la palestra en la redacción. «Hijo, haz lo que te digo. Tu oír, ver y callar». Silencio, habla Darko. Conviene escuchar y no abrir demasiado la boca. Con el serbio apenas he tenido trato. Tan solo cuatro o cinco llamadas de teléfono para hacer alguna que otra entrevista. Pertenece a ese estirpe de actores del mundo del fútbol que ya se pueden contar los dedos de una mano.
Darko es un tipo genial. Su figura infunde un inmenso respeto no solo por lo que consiguió como blanquiazul, sino por cómo es. Compañeros de profesión relatan que atendía a los medios desde el coche de Zubieta e incluso se prestó a 'tragar' ante un periodista poniéndose una camiseta y una bufanda del Madrid para la realización de un reportaje en La Concha. Pidió perdón, claro. Ahora se interesa por este periódico desde el autobús del Olympiacos camino al aeropuerto de Bodo, ciudad noruega, después de recibir un doloroso 3-0 por parte del equipo de la ciudad. Ese resultado le deja prácticamente fuera de la Europa League en un golpe duro para el director deportivo y el equipo griego.
Recuerdo con gracia cuando el pasado verano Sadiq sonó para su Olympiacos después de que varios periódicos helenos recogieran el posible interés por el nigeriano. A priori el juego directo de Mendilibar y tanto centro lateral podían casar con el delantero de la Real. Al otro lado del teléfono, fue totalmente sincero. «No hay ni una sola opción. Mendilibar necesita un delantero que meta goles».
Oyarzabal igualó el jueves a Darko como quinto goleador histórico de la Real con 107 'txitxarros'. En lo futbolístico los dos ídolos no tienen demasiado en común más allá de la facilidad de hacer goles y ser capaces de liderar un equipo y echárselo a su espalda. El capitán, a veces de pocas palabras y con un carácter serio como buen guipuzcoano, ha entrado en el Olimpo de los dioses en el aspecto goleador. Ha necesitado, en todo caso, cien partidos más que Kovacevic. Normal, uno era un delantero centro descomunal y el otro un jugador de banda superlativo al que se le caen los tantos de los bolsillos.
A la Real siempre le fue mejor cuando tuvo referencias en ataque. Satrústegui, Kodro, Kovacevic, Agirretxe, Willian José, Sorloth... Fue colocar a Oyarzabal en su sitio, tener un extremo derecho que ponía centros a pierna natural a un nueve de área y el equipo de Imanol evolucionó. En veinte minutos ante el United la Real pudo marcar dos goles; Oyarzabal, como gran pasador que es, filtró un balón perfecto a Óskarsson, que esta vez sí fusiló con la zurda como debía haber hecho en el centro anterior de Becker.
Si Kovacevic se hinchó a meter goles era porque tenía en la banda izquierda a un pasador de talla mundial como De Pedro. Repetir una asociación similar en la actual Real es algo imposible, pero si Oyarzabal y Óskarsson se entienden y el primero nutre de servicios al segundo, el equipo tendrá mucho ganado para los próximos años. Mover a Oyarzabal del área no supondrá que se reduzcan sus números porque si algo tiene el capitán es olfato, pero a este equipo le cuesta perforar la red rival y quizás en este final de temporada haya que probar algo que siempre funcionó.
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