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Todos tenían funciones comprometidas en una pista de requerimientos artísticos sublimes. Un paso mal dado equivalía a perder el equilibrio y quedar en evidencia ... ante la excelencia rival. Pero a Igor Zubeldia le tocó bailar con la más fea. La más fea, traviesa, perturbadora, despiadada y pícara de todas. Y le tocó hacerlo en un escenario resbaladizo. Porque en un alarde de valentía y personalidad fue su propio equipo el que untó con aceite el suelo. Presión alta y exposición máxima al riesgo del uno contra uno.
«Ya lo parará el de Azkoitia», se encomendaba toda la Real. Y venga a bailar sobre terreno deslizante el '5' realista. Allí en el flanco izquierdo del ataque parisino recibía una y otra vez Mbappé, con sus millones de ojos de Nikon encima. No pudo evitar que rematara en dos ocasiones en los primeros minutos aunque le incomodó lo justo para que no acertara. Pero al cuarto de hora de partido sufrió su feroz embestida. Le aguantó primero el control dentro del área. Incluso soportó el primer regate, pero se desequilibró en el segundo quiebro, de puro danzador del balón, y el estratosférico atacante encontró el suficiente resquicio como para proyectar su disparo. La calidad hizo el resto.
Con la furia de la fiesta apagada por el jarro de agua fría, propuso el central realista a su par un baile al agarrado. Y el otro que no. Que en suelto y en arin arin. Y ahí hubo discusión. No como para romper la pareja, pero sí para tener sus roces. Quería huir uno y le perseguía el otro. Y ahí sacó su casta y habilidad defensiva el canterano guipuzcoano. Para levantar su bota casi hasta el pecho del astro y evitar una contra letal en el minuto 39 una vez que el '7' galo ya había arrancado la moto. Para agarrarle lo justo como para frenarle sin falta y meter después la bota para desviar a córner otro uno contra uno en el 43. Para abrazarle con firmeza y no dejarle girarse en campo propio en el 46...
Siguió por los mismos derroteros la música en el segundo periodo. Persiguió Zubeldia a Mbappé con las piernas y con la mirada. Le faltaron centímetros en el segundo gol para dejarle fuera de juego cuando la defensa de la Real ya bailaba sobre la fina línea del centro del campo. Un pase largo con su rival en posición habilitada derivó en el doblete del galáctico. Poco que reprochar más allá del errático cálculo sobre un alambre.
Pese a todo, no se obsesionó el azkoitiarra. No perdió los papeles. Tiró de trabajo, oficio y frialdad para seguir manteniendo su sitio. Una anticipación contundente con pisotón incluido a Dembélé le costó una tarjeta amarilla que le hizo jugar mediatizado. Y todavía le quedó para sumarse al ataque a rematar aquel saque de esquina en el 75. Imanol le sustituyó un minuto más tarde con buen criterio. Un baile con la más fea durante hora y cuarto es demasiado trajín para el cuerpo incluso del mejor dan-tzari de Azkoitia.
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