Dijo: 'Hola y adiós'
La Real cae por el precipicio de su propia ambición; ingenuidad sí, pero buena señal: 'Esto es fútbol, aita'
Unas horas antes de que Joaquín Sabina abandonara para siempre los escenarios y ofreciera su último concierto, la Real hizo a su parroquia subirse en ... una Montaña Suiza de emociones que acabó en bofetada a la hora de la sobremesa del domingo. 'Hola y adiós' se llamaba la gira final del maestro de Úbeda y es la sensación que tuvo la Real. El punto se le fue en un suspiro, en la última jugada, tras rubricar la gesta de igualar a un enorme Villarreal, que se había puesto 0-2. «No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió». Gran Real, pero cero puntos a la buchaca. Mucho orgullo, pero a ocho puntos del quinto y el sexto. Cuántas emociones, pero queda la desolación.
Sí, la Real murió de pie, pero murió. Se precipitó por el acantilado de su propia ambición. Crecida por los golazos de Soler y Barrene, por la racha que traía y por un público soliviantado con la corajuda reacción promovida por los jugadores de refresco, se fue a por el triunfo como única vía para solventar el partido. Una actitud tan loable como suicida. Dice muy bien del estado anímico del plantel, pero también da cuenta de cierta ingenuidad. Ese punto, por cómo se había conseguido y sin Oyarzabal, era oro molido, sin que perderlo sea un cambio significativo en la clasificación.
Es otra Real a la de hace un tiempo, una Real mejor, más fiable. Algo ha cambiado para bien, pero tampoco hay tanto margen para poder aspirar a retos ambiciosos y ubicarse en la frontera europea. La imagen no alimenta; sólo lo hacen los puntos. Claro que es otra Real, pero debe pulir muchos aspectos porque no se puede permitir que le marquen gol cada vez que le llegan y que no meta ni miedo a balón parado. Y ya si desde desde el club se envía al destierro los pequeños espectáculos y teatrillos del descanso, a más de uno se les dejaría de atragantar el bocadillo.
Con tanto vaivén emocional, tras la desolación y la rabia del punto perdido en el 95', pasó inadvertido un hecho que siempre debe representar una satisfacción para los que creen en una forma de hacer las cosas que hace única a la Real: el debut de Gorka Carrera. Su estreno en el primer equipo tuvo un colofón desgarrador, pero seguro que anuncia tardes de otra índole en ese mismo escenario. Canterano, de Errenteria y con gol. Buscó el 3-2 y tiró un desmarque tras otro. Si llega a anotar el 3-2, se cae Anoeta y parte del velódromo. Tan esperanzador su bautismo como descorazonador el rendimiento de Sadiq. Otra oportunidad perdida por el 'látigo'. La parroquia no sabe si reír (que lo hace) o llorar cuando le ve en el campo. Es muy difícil de digerir, con todo lo que ha pasado con él. Va tarde a todo. Esperemos que no le pase en el mercado invernal.
En la jugada previa a la contra que devino en el devastador 2-3, cuando la Real atacaba como si le fuera la vida en ello y solo la victoria validara su gran trabajo, el arriba firmante, quizá ya inoculado por la ancestral prudencia guipuzcoana, comentó a su acompañante, a la sazón vástago menor: «Deberían protegerse más porque un gol en contra ahora nos mata». Y llegó, cual trago de cianuro. «Esto es fútbol, aita», debió responder el pequeño 'realzale', parafraseando a José Bordalás. El disparo en la sien por jugar a la ruleta rusa, el bajón de cuando se detiene la Montaña Suiza de Igeldo tras menos de un minuto de emociones. Y con tanto ruido, al final llegó el final, cantaba Sabina. Fútbol. Qué canalla.
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