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La Real es un paso intermedio para crecer y estar listo para equipos más grandes». El titular que dejó la jugosa entrevista de Luka ... Sucic en este periódico no ha dejado indiferente. No es habitual que un futbolista se pronuncie con la franqueza con la que lo ha hecho el croata. Su sinceridad, un valor que cada vez se echa más en falta en los futbolistas de élite, puede llegar a escocer porque da entender que la Real no es uno de los grandes. Sobra decir que sí lo es. Otra cosa es la trayectoria deportiva que adivina Sucic en su cabeza. Contra esta convicción tan íntima no se puede luchar. Ni se puede ni se debe. Hay que aceptarla y ya está.
El croata sabe que está en un gran club por eso decidió rechazar ofertas de otras entidades europeas de pedigrí como Inter de Milan, Roma y Lazio. Antepuso la grandeza de la Real al dinero porque sabía que aquí podía seguir creciendo como futbolista rodeado de otros grandes jugadores ante una afición fiel a su equipo. Sucic (y quienes le asesoran) saben bien que en la Real confluyen muchos factores positivos en los últimos años para que un jugador con capacidad triunfe. Y, por qué no decirlo, Sucic también apostó por vestir de txuri-urdin porque aquí, bajo la presidencia de Jokin Aperribay, no se han puesto trabas a salir si a un jugador le llega una oferta que interese a él y a la Real.
Aquí no hay jaulas de oro. Isak, Odegaard o Merino, por poner solo algunos ejemplos cercanos, sabían bien cuando firmaron por la Real que un buen rendimiento aquí les podría abrir otras puertas, y en ningún momento se puso en duda su profesionalidad. Los tres se exprimieron en la Real hasta el último día. Sucic puede ser un caso similar. El potencial del croata está fuera de toda duda. Lo mismo que su profesionalidad al jugar buena parte de la presente temporada con molestias físicas en la rodilla. Se habla muchas veces del sentimiento que produce en los jugadores la camiseta que visten. Hemos oído al respecto todo tipo de comentarios. Y en el fondo es muy sencillo.
Uno siente de verdad la camiseta cuando antepone los intereses del equipo a los suyos propios y eso es lo que está haciendo el croata. Al cabo de los años, el fútbol te va dejando algunas pocas certezas. Una de ellas es, precisamente, la conveniencia de entregarse a los futbolistas que tiran del carro. O que quieren llegar a tirar algún día, como creo que le ocurre a Sucic, por ejemplo. Y conviene entregarse a esta gente porque es la única que garantiza un rendimiento continuado y una actitud ejemplar a la hora de competir, algo que en la Real debería ser una obligación moral. De los demás, de los jugadores que son incapaces de trascender su compromiso más allá de los límites de su ombligo o que hablan pero luego no rinden, se puede esperar alguna alegría puntual, una traca en la noche, pero nunca una satisfacción duradera.
Así que antes de empezar a sufrir de inmediato la peor de las nostalgias, que es la que se sufre por las cosas que todavía no han sucedido, disfrutemos de él, de su zurda, de sus disparos desde fuera del área, de sus arrancadas y de su guante de seda porque su objetivo es el mismo que todos anhelamos: volver a jugar en Europa la próxima temporada.
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