El final del curso político no ha podido ser más acalorado ni exento de una tensión entre Gobierno y oposición que parecía atenuada bajo el ... liderazgo de Núñez Feijóo. Falsa alarma. El plan de ahorro energético, que el Gobierno de Sánchez ha elaborado con urgencia, está envuelto en una polémica que se podía haber evitado si desde Moncloa se hubiera puesto en práctica la tan cacareada cogoberanza con las correspondientes consejerías autonómicas y partidos políticos.
Resulta incomprensible que en la elaboración de este decreto, que busca garantizar que la sostenibilidad energética no entre en barrena por los efectos de la guerra de Ucrania, las comunidades autónomas y los sectores implicados hayan estado en la génesis de estas medidas como meros espectadores. Moncloa podía haberse evitado este tensionamiento si hubiese hecho unos deberes que ya conoce al detalle desde que en la pandemia Sánchez celebrara casi semanalmente conferencias de presidentes autonómicos para coordinar la lucha contra el virus. Ante una situación de preocupante incertidumbre económica y energética, agravada por la alargada sombra de la recesión, cualquier medida que parta del Gobierno debe organizarse desde la colaboración y el diálogo para evitar que la improvisación pueda contaminar las decisiones adoptadas.
El Gobierno Vasco, con el lehendakari a la cabeza, ha dado un serio toque de atención a Sánchez por la ausencia de 'feedback' a la hora de elaborar una normativa que implica a las autonomías. Un nuevo tropezón monclovita en la misma piedra, que no parece que va a enturbiar las relaciones entre ambos gobiernos. Sánchez necesita del PNV, que reclama que acelere el traspaso de las competencias pendientes. Faltan los últimos Presupuestos de la legislatura por aprobar y los jeltzales siguen siendo decisivos.
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