Estaba cantado que el Gobierno de Pedro Sánchez iba a prorrogar el estado de alarma y, entre sus numerosas medidas, extender el confinamiento de la ... población en sus casas. A la espera de ver declinar el ansiado pico de la pandemia en nuestro país, los ciudadanos seguimos con el cerrojo echado en nuestras casas y cumplimos a rajatabla –a excepción de algún desaprensivo– las recomendaciones higiénicas para expulsar de nuestras vidas el maldito patógeno.
En Euskadi, una de las comunidades más afectadas del Estado, el lehendakari Iñigo Urkullu no quiere perder ni un segundo del esfuerzo que invierte su gabinete en cuestiones colaterales, como que la Unidad Militar de Emergencias (UME) se dedique a desinfectar las infraestructuras públicas de titularidad del Estado, como aeropuertos y estaciones ferroviarias. En una situación tan extrema como la que estamos viviendo es preciso priorizar lo verdaderamente importante porque toda ayuda y la colaboración logística que se preste en una situación de emergencia nunca vivida debe ser recibida con normalidad, al margen de su origen y del color de sus uniformes. Estamos hablando de salvar vidas. El lehendakari Urkullu no quiere perder el tiempo –y así lo ha verbalizado– en cuestiones colaterales, y acierta. El portavoz de Esquerra Republicana, Gabriel Rufián, que desde luego no esconde su independentismo desde hace tiempo, acuñó la pasada semana una frase con grandes dosis de sensatez y responsabilidad. «Las banderas ni alimentan ni curan virus». Una reflexión que no parece que hiciera suya el president Torra, que la pasada semana hizo sonrojar a más de un correligionario suyo con sus ataques al Gobierno. Es momento de aunar esfuerzos, de corregir errores con urgencia –como la falta de material sanitario– y de apretar todos los dientes. Día a día.
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