«No es preciso cambiar la ley para impedir los homenajes a exetarras, sino hacer que se cumpla»
Tres magistrados expertos en delitos de terrorismo niegan que el Código Penal se quede corto | Juan Pablo González, Joaquín Giménez y Adela Asúa coinciden en que es la sociedad la que debe reaccionar para repudiar los recibimientos a exetarras
Los 'ongi etorris' públicos que recibieron este fin de semana al exjefe de ETA, José Javier Zabaleta 'Baldo', y Xabier Ugarte, ... uno de los secuestradores de José Antonio Ortega Lara, en Hernani y Oñati, desataron una nueva tormenta con la izquierda abertzale en su epicentro. Una ola de rechazo y de indignación de todas las instituciones y fuerzas políticas, excepto EH Bildu. Una condena generalizada y unánime a unos recibimientos que la coalición independentista pide asumir «con normalidad». Este periódico ha pulsado la opinión de tres magistrados familiarizados con los delitos de terrorismo en la Audiencias Nacional, en el Tribunal Supremo y en el Constitucional. Joaquín Giménez, Adela Asúa y Juan Pablo González coinciden en señalar que «no es necesario cambiar la ley, sino hacerla cumplir», y en que la justicia debe actuar con rigor, aunque el problema de los recibimientos a exetarras trasciende a la actuación del sistema judicial y es la propia sociedad la que debe reaccionar para repudiar estos actos.
Las preguntas
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1 ¿Por qué no prosperan las denuncias de actos de recibimiento?
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2 ¿El delito de enaltecimiento se queda corto? ¿Urge una reforma de la ley?
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3 ¿Qué puede hacerla justicia cuando se causa un daño morala las víctimas?
Artículo 578
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El enaltecimiento o la justificación públicos de los delitos comprendidos en los artículos 572 a 577 o de quienes hayan participado en su ejecución, o la realización de actos que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas de los delitos terroristas o de sus familiares, se castigará con la pena de prisión de uno a tres años y multa de 12 a 18 meses.
Joaquín Giménez, Magistrado emérito del Tribunal Supremo
«Los herederos de los que aplaudían a ETA deben decir 'no' a estos actos públicos»
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Sé que sí ha habido casos de condena, pero no tengo en este momento los datos concretos. Existe el delito de enaltecimiento del terrorismo y de ofensa a las víctimas, pero estos homenajes no enaltecen el terrorismo, lo que hacen es ofender a las víctimas que ven cómo esas personas que salen de la cárcel por condenas de asesinatos y otros delitos llegan a sus lugares de origen y son recibidos en la calle. Hubo un artículo que prohibía a los etarras volver al lugar donde viviera la víctima para evitar esa situación de tener que ver al criminal paseando por la calle. La víctima tiene derecho a vivir con tranquilidad y no tener que ver al que fue condenado y que ha cumplido la pena y está ya en libertad. Estos homenajes suponen, sobre todo, remover mucho dolor. Sobre los sentimientos no se puede regular. No obstante, para los familiares de los condenados es una alegría recibir a los suyos. Pero rendirles homenaje produce un dolor añadido a las víctimas, por lo que es necesario evitarlo. ¿Y cómo se puede impedir? Aquellos que aplaudían la actividad terrorista de ETA y ahora hacen política y tienen un liderazgo dentro de ese colectivo, serían los llamados a hacer una autocrítica seria. No se pueden hacer homenajes en escenarios públicos, como son la calle y las plazas. Deberían ser recibidos por los suyos en la intimidad.
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No se ha quedado corto. El delito de enaltecimiento tiene la vertiente de ofensa a las víctimas. No es necesario modificar el Código, sino cumplirlo. Las leyes está para que se cumplan. El asunto no es tanto aumentar las penas. Se hace una denuncia, se justifica y si hay prueba de cargo para una condena, se lleva a cabo. El tipo penal está ya previsto.
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La justicia debe abrir expedientes y estudiar los casos, sin duda. Pero, insisto, se echa de menos que los políticos herederos de aquella situación, es decir, EH Bildu, hagan una declaración tajante de que no ha lugar hacer homenajes en ese escenario público que es la calle. Esto serviría para avanzar hacia la convivencia, que es la asignatura pendiente de la sociedad vasca, sobre todo en los pueblos pequeños. Hay muchas brasas y estas situaciones las avivan. En definitiva, no se deben hacer 'ongi etorris' en ese escenario de la democracia que es la calle.
Adela Asúa, Exvicepresidenta del Tribunal Constitucional
«Para curarse de este mal de empatía con los que matan, la sociedad debe reaccionar»
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El delito de enaltecimiento del terrorismo es una de las infracciones que no pueden compararse con el terrorismo. Es decir, es una conducta que no siempre ha estado en el Código, pero que finalmente se recogió porque el terrorismo ha sido brutal, no solo por los actos, sino por el hecho de que la violencia de ETA haya tenido un apoyo significativo de la sociedad. Los recibimientos son un problema en aquellos lugares donde el delito tiene apoyos afectivos. Pero es raro que el Código Penal tenga que castigar lo que es expresión de ideas o sentimientos de acogida. ¿Y por qué se castiga el enaltecimiento? Porque puede prender esa legitimación en terceros. Cuando enjuicien actos de bienvenida y 'ongi etorris', los magistrados deberán determinar si ahí existe un peligro de que eso prenda. Porque estamos en los últimos vestigios de la violencia de ETA que no dejan de ser dolorosos. Todas las víctimas y toda la sociedad estamos hartos. Pero la ley penal no está para cualquier acto que produzca dolor. Por esto, el enaltecimiento es como una excepción dentro del Código Penal, pero también su interpretación tiene que ser restrictiva necesariamente. Para terminar con estas bienvenidas es necesario que la sociedad se ponga en pie y las repudie. Para curarse de este mal de empatía con los que matan, la sociedad necesita que sea la propia ciudadanía la que reaccione. Más que la ley, es una labor de pedagogía.
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No esperemos de la ley penal más de lo que se le puede pedir. No pensemos que cura ciertas actitudes que están enraizadas en el pensamiento. Estamos en un momento en el que parece que todo lo que está mal tiene que ir al Código Penal. Pero hay muchas cosas que están mal, pero no matan. Crean un daño afectivo y moral, sí, pero es la sociedad la que tiene que denunciar lo permisivos que hemos sido con lo que crea ese daño moral, porque hemos mirado para otro lado. Los agentes sociales, los políticos, los religiosos y pedagógicos tienen la tarea de pensar qué se puede hacer para que esto no se repita.
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Me parece bien que Covite denuncie estos casos, pero luego son los jueces quienes tienen que decidir si esos actos quedan solo en la alegría de unas personas que reciben a un familiar, o no. Lo que no puede ocurrir en ningún caso es que haya homenajes públicos. Pero no podemos delegar en una ley que regula lo más grave, algo que la sociedad tiene que hacer. Es nuestra responsablidad educar a los jóvenes y no permitir actos que causan escándalo. Tenemos la obligación de decir que socialmente y éticamente, los recibimientos públicos no se pueden tolerar.
Juan Pablo González, Exjuez dela Audiencia Nacional y presidente de la Audiencia Provincial de Madrid
«Es inadmisible en una sociedad sana un homenaje a un asesino o a un violador»
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Las denuncias no han prosperado en muchos casos como consecuencia de una vacilante jurisprudencia que, interpretando el delito de enaltecimiento del terrorismo conforme a una reciente directiva de la Unión Europea, exige que el hecho concreto suponga no solo una incitación directa o indirecta para la comisión de delitos terroristas, sino también un peligro, al menos abstracto, de que esos delitos puedan cometerse.
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El delito del artículo 578 del Código Penal presenta dos modalidades: el enaltecimiento propiamente dicho, y la vejación o menosprecio de las víctimas. En mi opinión, no sería necesaria una reforma si las acusaciones por estos homenajes se reconducen a la modalidad de vejación o menosprecio, pues no hay duda de que un acto público de exhaltación, reconocimiento público y homenaje a un terrorista implica, además de enaltecimiento, una vejación humillante y muy dolorosa para sus víctimas.
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La justicia debe actuar con el máximo rigor y estoy seguro de que lo va a hacer. Pero el problema trasciende a la actuación del sistema judicial. Es inadmisible en una sociedad sana un homenaje a un asesino o a un violador. La sociedad en su conjunto debería reaccionar. El Estado tampoco puede desistir de aplicar la justicia política que la verdadera derrota de ETA exige. No es suficiente expresar solidaridad con las víctimas si ignoramos que fueron asesinadas para lograr metas políticas. Hay que poner fin a la impunidad política y moral de la que disfrutan los herederos de ETA y sus cómplices, cuya ideología y fines siguen intactos mientras se condena al silencio y a la irrelevancia a sus víctimas.
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