El carismático entrenador de la Real campeona de la Copa de 1987, John Toshack, acuñó en su día una célebre frase que solía pronunciar para ... explicar la derrota de su equipo. «Hemos jugado como pollos sin cabeza», describía de esta manera tan gráfica el desbarajuste con el que sus jugadores se habían movido en el campo. Esta expresión del técnico galés tiene vigencia para definir la atropellada gestión de este Gobierno en la gestión del Covid-19.
Cuando ya se cumplen en España 40 días con las familias confinadas en sus domicilios, Sánchez se subió ayer por tercera vez a la tribuna de oradores para activar una nueva prórroga del estado de alarma y sus mandíbulas se tensaron en más de una ocasión porque comprobó que sus, en teoría, socios ya no le dan más crédito.
Con el eco reciente de la cacerolada que censuró desde los balcones la errática decisión de la salida de los niños, el presidente tuvo que encajar un rosario de reproches en mascarillas inservibles, pruebas defectuosas, test masivos que tardan en activarse, y unas polémicas declaraciones del general de la Guardia Civil que se avivan con la censura de preguntas sobre la cuestión. El carrusel de intervenciones en Moncloa -el PP incluso ya critica la presencia de uniformados- ha llegado a provocar escenarios inusitados de confusión con versiones corregidas según pasaban las horas entre ministros de diferentes ramos, que horas después las matiza Pablo Iglesias en beneficio suyo. Falta orden y concierto.
Al PNV, que lleva tiempo telegrafiando sus recelos sobre la gestión de Sánchez, parece que se le acaba la paciencia y el propio Esteban le envió al presidente del Gobierno un aviso muy serio. Sonó a ultimátum. ERC también se sumó al carro de los allegados críticos. Y Casado dio la sensación de ensayar una moción de censura. Esta legislatura tiene un futuro más que incierto.
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