Pacto a la naranja
El inédito encuentro de los políticos vascos en Kresala revela cómo ha cambiado Euskadi en pocos años
El pato a la naranja es un plato navideño por excelencia, importado de la cocina francesa aunque los estudiosos sitúan su origen en Catalina de ... Médicis, que incorporó en el siglo XVI este manjar de la gastronomía toscana a la Corte gala cuando se casó con el rey Enrique II, al igual que el uso del tenedor. En la sociedad Kresala se ha producido entre los políticos vascos la verdadera y sorprendente metamorfosis. Si se me permite el juego de palabras, han 'cocinado' el 'pacto a la naranja', una mezcla agridulce de sabores y aromas, inédita y sabrosa, que ha dejado boquiabierto a más de uno y que encierra un potencial transformador que ni los mejores chefs han llegado a descubrir todavía. Dicen que los vascos solemos solucionar nuestros pleitos en torno a la mesa. Pues en este caso el tópico se convierte en toda una declaración de principios. Al meno durante un par de horas.
La escena es elocuente. Con los delantales puestos y su mejor intención, nuestros protagonistas se han puesto manos a la obra y han demostrado cómo han cambiado las cosas en este país. Puede que sea el efecto balsámico de la Nochebuena, o que el Olentzero se haya convertido en el verdadero 'artesano de la paz' que logra reconciliar a la familia, pero lo cierto es que si una imagen vale mil palabras, la estampa de la cena de Navidad de los cuatro principales dirigentes vascos rompe esquemas y moldes en un país ciertamente complejo, en el que el ejercicio de la pluralidad sigue siendo un asignatura pendiente o, al menos, recibe un raspado aprobado; y en el que el maniqueísmo en blanco o negro mutila a menudo las múltiples gamas que ofrece la realidad vasca. Más en la esfera política que en la sociedad, es verdad, que en esto marcha a velocidad de crucero, sobre todo entre las nuevas generaciones. Con semejantes guisados, Borja Cobeaga ya tiene material para su próxima película.
Andoni Ortuzar con su revuelto de hongos, Arnaldo Otegi con su bacalao a la guipuzcoana, Lander Martínez con su ensalada de gulas e Idoia Mendia con sus entrantes y sus postres han descendido al territorio de la cordialidad culinaria para inmortalizar la mejor felicitación navideña que podríamos esperar y para que el 'Urte Berri On' que todos nos deseamos se convierta de verdad en una apuesta colectiva por hacer un país mejor, mucho mejor del que tenemos. E infinitamente mejor del que tuvimos bajo las tinieblas de la violencia. Es tal el contraste con aquella época siniestra que parece que ha pasado un siglo.
La Navidad es un momento con muchas contradicciones vitales -de alegrías y tristezas- pero encierra siempre un secreto íntimo que despierta cierta ternura infantil, es como un rito obligado en el calendario de las emociones. Por eso el 'pacto a la naranja' nos sumerge en un relajante paréntesis que sirve para declinar palabras como convivencia y fraternidad, aunque sea con la excusa de un brindis obligado por el futuro. Ojalá que en la próxima cita se incorpore la voz que también representa a una parte de la ciudadanía vasca y que esta vez ha declinado la invitación. Sabemos que tenemos aún serios problemas a la hora de contar el ' relato', pero tampoco podemos obviar que la energía de cambio es muy poderosa. Y esa fuerza llega al corazón y a la cabeza como si fuera una marea imparable para que todos podamos disfrutar de una vida libre en la que cada uno pueda defender lo suyo, y lograrlo democráticamente, sin pisar al de enfrente. Y que el odio, ese fantasma terrible que a veces asoma entre nosotros, se pierda para una buena temporada sin empapar nuestras conciencias. Así sea.. Y que aproveche.
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