El hombre que pidió a los radicales gritar más fuerte
Ernest Lluch estaba muy unido a Donostia y en la memoria colectiva irrumpe su discurso en la plaza de la Constitución en 1999
Es pensar en Ernest Lluch y una estampa irrumpe en la memoria colectiva. Plaza de laConstitución de San Sebastián, junio de 1999, a pocos días ... de las elecciones municipales. Lluch sube al estrado para apoyar a Odón Elorza. Al fondo, desde un nutrido grupo que muestra fotografías de presos de ETA, algunos radicales empiezan a increparle. «Qué alegría llegar a esta plaza y ver que los que antes mataban ahora gritan –ETA estaba en tregua en ese momento–. No se enteran de que ha llegado la democracia y la libertad a este país. ¡Gritad más porque mientras gritáis, no mataréis! Estas son las primeras elecciones en las que no va a ser asesinado nadie. Y esa es una gran alegría que hemos ganado a pulso».
Conmueven sus palabras. «No me sorprendió escucharlas. Tenía toda la razón del mundo. Algunos estaban recuperando espacios para toda la ciudadanía y una minoría quería boicotear aquel acto. Es verdad que se ha convertido en una frase icónica: 'mientras gritáis, no mataréis'. No me sorprendieron ni las palabras ni las formas. Él era así», rememora su hija.
Lluch lo fue casi todo. Ministro de Sanidad y Consumo conFelipe González –un hombre clave en la Ley General de Sanidad de 1986 que sentó las bases del modelo–, catedrático de enorme prestigio, diputado socialista, rector de la Universidad Menéndez Pelayo, colaborador habitual de este diario, miembro de Elkarri y acérrimo defensor del diálogo. «Creo que a él le gustaría ser recordado como un profesor universitario, alguien que transmite conocimientos a los alumnos y a la sociedad», defiende su hija Rosa. «Es curioso. Él se dedicaba a estudiar el pensamiento y le mataron por pensar».
«Era muy curioso»
Era Lluch de esa gente que, cuando se mete en algo, lo exprime con pasión. «Era muy curioso y quería saber todo de todo. Ya fuera el Barça, el País Vasco o el siglo XVIII, donde estudiaba el sistema económico y acabó encontrando dos partituras inéditas de una ópera de un compositor catalán».
Cuando le mataron, Rosa tenía 30 años y Ernest 56. «Soy historiadora.Lo que más me gustaba desde niña es que me contara cosas. Era como un libro de historia al que podías hacer preguntas», valora. También le recuerda como un hombre «muy divertido y muy irónico». Un luchador contra Franco y contra ETA. «Por eso me indigna tanto que intenten enfrentar a unas víctimas con otras», critica Rosa. Y zanja: «Una cosa es mi padre y otra Ernest Lluch. Eso lo he entendido con los años».
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