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La legislatura sigue ofreciendo volteretas, sobresaltos y negociaciones de infarto porque el Gobierno de Pedro Sánchez camina sobre el fino alambre de una minoría parlamentaria ... que tiembla cada momento en el que afronta una votación estratégica, como la que se frustró la pasada semana con un decreto 'ómnibus', que incluía conceptos tan dispares como la subida de las pensiones y el traspaso del edificio de la avenida de Marceau de París al PNV después de que fuera incautado por la Gestapo y luego cedido al régimen franquista.
Sánchez, que salió aparentemente ufano después de encajar la pasada semana un sonoro revés provocado por Puigdemont –se alineó al eje PP-Vox–, no ha tenido más remedio que doblegar su brazo ante el líder de Junts para evitar que la legislatura comience a hacer aguas tras la visualización de una derrota tan sonora como la que se produjo la semana pasada.
El líder de Junts, pendiente aún de la amnistía aprobada en el Congreso, es el único socio que lleva hasta el precipicio a Sánchez y vuelve a ganar ante la paciente postura de sus otros socios, como jeltzales, EH Bildu y ERC, que mantienen el aliento contenido porque no hay otra alternativa posible con Vox de por medio. No obstante, la expresión del republicano Rufián de «joder a la gente tiene premio» es elocuente del hartazgo que producen ya los órdagos de Puigdemont para los otros independentistas catalanes.
El PP de Feijóo pudo la semana pasada votar la subida de las pensiones en una decisión que hubiera sido perfectamente argumentada en base a que beneficiaba a la ciudadanía y a la siempre recurrida apelación al sentido de Estado. Sin embargo, Feijóo prefirió tensar la cuerda y su partido votó en contra al reclamar que se troceara el decreto, las mismas exigencias que puso encima de la mesa Puigdemont. Todo un riesgo.
Y al final los populares se sumarán al bloque de la investidura de Sánchez y votarán un decreto negociado por Puigdemont, que incluye para más 'inri' la cesión del palacete parisino a manos jeltzales que ha sido agriamente criticada desde las filas del PP por considerarlo un «regalo» de Sánchez a los nacionalistas vascos.
La última decisión de Feijóo ha generado un desconcierto interno evitable si desde el primer momento el PP hubiera respaldado ese decreto, que ahora tiene el sello de Puigdemont. Sin embargo, la voz balsámica y centrada de Juanma Moreno Bonilla da un aviso a navegantes dentro de su partido al recordar que el PP tiene que tener una relación fluida con PNV y Junts para evitar el aislamiento.
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