Ha tenido que pasar un año para que el hasta ayer presidente de la Comunidad de Valencia, Carlos Mazón, dimitiera. Lo ha hecho tarde y ... mal en una comparecencia estrambótica en la que estuvo más tiempo escupiendo culpas al Gobierno Sánchez que a reconocer que no estuvo donde tenía que estar. Mazón debió marcharse tras conocerse que aquel día que la dana ahogaba a 229 vidas estaba con una periodista en una comida interminable en lugar de dirigir el operativo de emergencias. Atornillarse al sillón durante un año ha sido todo un escarnio, al que ha contribuido de alguna manera el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, quien tuvo que haber tomado mucho antes una decisión traumática sobre Mazón.
¿Nadie en Génova detectó que las multitudinarias manifestaciones que han recorrido este último año las calles valencianas eran el espejo de la ira y la rabia que las víctimas expresaron en el funeral de Estado? ¿Feijóo no lo había visto antes? El desenlace final de esta crisis también ha sido todo un dislate dentro del PP, con un Mazón que ha sido quien ha condicionado a Feijóo en su salida con el mantenimiento de su cargo de líder del PP valenciano y de su escaño para seguir aforado. Para más inri deja la llave a Vox para que ponga bolas negras o blancas a los candidatos que el PP proponga a la extrema derecha. Abascal volverá a decidir e incluso puede provocar unas elecciones anticipadas si decide bloquear la elección de un nuevo president. Una posibilidad que complicaría el futuro más cercano de los populares, con unas cercanas elecciones en Extremadura en las que Vox podría tener de nuevo la llave de la gobernabilidad.
Aún supuran en Génova las heridas del fallido interrogatorio del PP a Sánchez, al que se suma ahora la espantada sonrojante de Mazón. Todo esto en el momento más débil de Sánchez en el Congreso tras el portazo de Junts, con el fiscal general en el banquillo y con procesos judiciales que se van alineando en el entorno del presidente.
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