Un informe del Memorial reúne testimonios de 9 familias afectadas por la radicalización yihadista

El Centro Memorial Víctimas del Terrorismo, con sede en Vitoria, ha publicado un nuevo informe dirigido por la periodista María Jiménez Ramos en el que profundiza en la radicalización yihadista mediante las vivencias directas de nueve familiares de personas radicalizadas. En este trabajo periodístico y de investigación, mujeres e hijos de quienes se han convertido en extremistas relatan «el aislamiento, el miedo e incluso los episodios de violencia que han vivido». El documento desciende «a la letra pequeña de este fenómeno», según explica el Centro Memorial.

El informe, titulado «Nueve testimonios sobre la radicalización yihadista: la perspectiva del núcleo familiar«, ha sido coordinado por Jiménez Ramos, profesora de la Universidad de Navarra y en él han participado alumnos del Grado de Periodismo.

En este informe, se constata que los testigos del ámbito familiar pueden aportar información valiosa para comprender la radicalización violenta y, eventualmente, prevenirla. Las historias recabadas y analizadas, todas ellas anónimas, incluyen los casos de dos mujeres, hijas de inmigrantes marroquíes instalados en España, a las que sus progenitores conciertan matrimonios forzosos; los de mujeres cuyos maridos son detenidos y acusados de delitos de terrorismo de carácter yihadista; del hermano de un combatiente que abandona a su familia para unirse a las filas del Estado Islámico; y de dos adolescentes cuyo padre trata de adoctrinarlos.

El análisis se realiza desde cuatro categorías temáticas para comprender los hitos en su desarrollo y para explorar los impactos que han dejado en las personas entrevistadas: el contexto familiar, la vivencia de la religión, el proceso de radicalización y las secuelas que han dejado en sus familias.

Entre las conclusiones aportadas por el informe destacan que en las biografías de las personas radicalizadas existe un punto de inflexión personal para ese cambio que sus familiares detectan con relativa facilidad. Hay eventos negativos, como el fallecimiento de un familiar, o hitos vitales como ser padre o cumplir una determinada edad asociada con la madurez y la necesidad de un cambio de vida.

Las personas radicalizadas adoptan, según refleja el informe, una dialéctica de confrontación de carácter excluyente que se endurece a medida que avanza el proceso. En la mayoría de los casos, existe un agente de radicalización religioso, una figura de referencia que a menudo tiene un papel de autoridad. En los casos de radicalización estudiados, los individuos parten de una vivencia limitada de la religión y un desconocimiento doctrinal del islam. Cuando se radicalizan, se convierten, a su vez, en un agente de radicalización con su entorno familiar y centran sus esfuerzos en atraer a sus hijos a su visión de la religión.

De su trabajo de investigación también se desprende que las familias identifican cambios en su estilo de vida: en la persona radicalizada aprecian cambios físicos, de costumbres y de la alimentación, y se limita el consumo de productos culturales. Las mujeres sufren estas restricciones de forma más directa, pues se afianzan las conductas machistas como el control de movimientos y de círculos sociales, se reduce la importancia de las voces femeninas en el hogar y, en casos graves, se producen episodios de violencia.

A su vez, la educación de los hijos resulta un punto de fricción. El progenitor radicalizado trata de imponer costumbres, restringir ciertos movimientos de sus hijos o actividades desarrolladas en el ámbito escolar. El miedo se implanta en el núcleo familiar mediante la imposición de la autoridad de la persona radicalizada, que puede manifestarse en forma de castigos físicos y malos tratos.