San Sebastián recuerda a Gregorio Ordóñez

«Esta es la historia de una vida breve e intensa. De un hombre perseverante y honesto». La exposición 'Gregorio Ordóñez. La vida posible' ha abierto sus puertas este jueves después de más de un año de trabajo. Catorce meses recopilando objetos personales y material periodístico para reflejar quién y cómo era aquel joven dirigente del PP, y muy donostiarra, que dio la vida por la libertad hasta que ETA se la arrebató hace hoy 25 años.

Su viuda, Ana Iríbar, ha sido la encargada de presentar ante los medios de comunicación la muestra que recoge más 300 objetos. Entre ellos, aquel maletín del que Gregorio no se separaba nunca y en cuyo interior había, el día que la organización terrorista le asesinó de un tiro en la nuca, un teléfono móvil, su cartera, su agenda personal y un cómic sobre 'La historia de la Tamborrada'. A su lado, una de las balas que alguien sin alma colocaba cada lunes en su casillero del Ayuntamiento de San Sebastián para recordarle que estaba en la diana de la banda armada. La exposición está organizada por la fundación que preside Ana Iribar.

Todo ello, las fotografías, los objetos personales y distinto material audiovisual conforman la muestra, que estará abierta hasta el próximo 30 de abril, y que conmemora en el Palacio de Miramar la vida social y política del que fuera teniente alcalde de San Sebastián y uno de los dirigentes más destacados del PP en el País Vasco. «Este es un momento de memoria muy importante. 25 años después seguimos recordándole... Y he descubierto que no solo yo le he echado de menos». Así ha arrancado Iríbar su intervención, acompañada por todo el equipo «excepcional» que ha hecho posible la muestra. Como María Giménez, comisaria de la exposición; Enrique Bonet, diseño museográfico; Iñaki Arteta, director de producción audiovisual; y Gonzalo Saavedra, editor del catálogo.

Durante su comparecencia ante la prensa, la viuda de Ordóñez también ha querido lanzar un mensaje sobre la «importancia» de la «memoria». Y también ha hecho hueco a una reivindicación: «¿Qué hemos hecho mal para que el discurso de Gregorio vuelva a ser efectivo hoy en día?», ha preguntado, al tiempo que ha recordado las «tareas» que la sociedad tiene «pendientes» respecto a las víctimas del terrorismo. Entre ellas, ha citado el hecho de que 300 de ellas aún no hayan visto «resuelto su caso» y no sepan aún «quién ha asesinado» a su familiar.

A lo largo de tres salas, el espíritu de Gregorio Ordóñez ha vuelto a su ciudad, San Sebastián. En una de ellas, se hace un recorrido intenso a sus orígenes. A través de innumerables fotografías, la muestra hace un repaso a su niñez: de la mano de su madre Consuelo Fenollar y su hermana del mismo nombre, en aquel barco que los llevaba desde Caracas hasta España, o en la celebración de la primera comunión de los hermanos en el tendedero de la lavandería familiar en San Sebastián.

Se recuerda también su juventud, en la que 'Goyo' posa con su cuadrilla de amigos en la entrada de la basílica de Santa María, con la calle 31 de agosto al fondo. El mismo escenario en el que, años después, perdería la vida.

En su edad adulta, la exposición recoge fotografías familiares. De su boda, de los viajes junto a Ana a Nueva York, Terrateig o Cret, del bautizo de su hijo Javier o una carta que el propio Ordóñez escribió a su entonces novia: «¡Hola guapísima...», arranca una misiva llena de amor.

Se pueden ver también su diploma como accionista de la Real Sociedad, sus 'estampitas' religiosas o su pasaporte. Y ese barril, con sus palillos, que tres días antes de su asesinato, tocó por última vez en las calles de su querida San Sebastián.

La biografía política de Ordóñez también está reflejada en el Palacio de Miramar. Sus carnés de afiliado a Alianza Popular y el PP; sus carteles electorales, la papeleta con la que obtuvo el escaño en el Parlamento Vasco o hasta el borrador de un manuscrito de una nota de prensa son, entre otros tantos, aquellos detalles tangibles que recomponen su historia como dirigente del PP.

«El nacionalismo de vía estrecha no tiene sentido en el siglo XXI», decía Ordóñez. Una de sus tantas frases recogidas a lo largo de la muestra que acompañan recortes de prensa, entrevistas que concedía a los medios escritos, mientras un vídeo de 18 minutos de duración recopila parte de sus intervenciones públicas en los medios audiovisuales. Como aquel debate de ETB en 1994 en la que compartía mesa con Joseba Egibar o Fernando Buesa. También se puede apreciar la catana que le regaló el alcalde Marugame -hermana con San Sebastián- como «símbolo de valentía».

La sala principal de 'Gregorio Ordóñez. La vida posible' aterriza en el día de su asesinato. A lo largo de la sala, las portadas de los principales periódicos recogen el atentado en el bar la Cepa de San Sebastián, las cartas y telegramas de condolencias que su viuda recibió después de su muerte, entre las que se encuentran la de José María Aznar o Fernándo Múgica, asesinado un año después, el 6 de febrero de 1996. Aquel maletín con sus objetos personales o toda una recopilación de fotografías que reflejan las reacciones a su asesinato. «Esta exposición nos invita a reflexionar sobre la vida y la muerte en el País Vasco en los años ochenta y noventa del siglo pasado. Es, ante todo, un tributo a las memoria de Gregorio Ordóñez y al de todas las víctimas de ETA», recoge la exposición, en la que también destacan tres obras, de Agustín Ibarrola, de Eduardo Chillida y de Jorge de Oteiza, y tres audiovisuales.