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Rodolfo Ares, hombre clave del PSE y de la política vasca en las últimas décadas, falleció este jueves en Bilbao a los 68 años de ... una neumonía. La inesperada noticia suscitó la consternación entre sus compañeros y rivales. Todos alabaron su compromiso con Euskadi y su capacidad de trabajo para tejer acuerdos entre diferentes, su defensa de los pactos con el PNV y el PP y su protagonismo, decisivo, en la puesta en marcha del Gobierno Vasco presidido por el lehendakari Patxi López, entre 2009 y 2012, donde fue consejero de Interior y una figura clave en la coordinación. También lideró políticas de 'tolerancia cero' frente a la estrategia más rupturista de la izquierda abertzale. La capilla ardiente estará instalada desde hoy en Bilbao, ciudad a la que llegó de niño, en concreto al barrio de Otxarkoaga. Fue maestro industrial pero la universidad de su vida fue el PSOE.
Ares lo dio todo por el Partido Socialista. Era su opción ideológica, era su casa, era su familia y era su vida. Fue un hombre que representa la generación de las certezas. La del compromiso ideológico y la de la resistencia democrática y cívica frente al terrorismo de ETA.
Queremos comunicar el fallecimiento de nuestro compañero Rodolfo Ares y enviar un abrazo muy fuerte a su familia. Inmenso dolor. 🌹
Socialistas Vascos - Euskal Sozialistak / ❤️ (@socialistavasco) January 26, 2023
Con su muerte se cierra un ciclo. Tras su jubilación hace unos años, se retiró de pleno de la primera fila de la política vasca en la que lo había sido todo: consejero de Interior, portavoz en la Cámara, parlamentario y concejal de Bilbao al frente del área de Urbanismo. En los últimos años se dedicó en cuerpo y alma a revitalizar la Fundación Ramón Rubial.
Trayectorias como la de Ares ya son irrepetibles en la política. Pertenecía a la generación del compromiso político, en este caso con las ideas del socialismo. Su espíritu de trabajador y sacrificio era inagotable y sorprendía a sus compañeros y a sus rivales. De hecho, en el PNV tenía buenos amigos.
Pegado siempre al teléfono móvil, se movía con una inseparable compañera de viaje: una libreta de espiral en la que lo apuntaba todo. Allí, en ese cuaderno, se gestó el Gobierno Vasco del cambio del lehendakari Patxi López. Ares tuvo un papel protagonista con muchos de los cargos públicos 'fichados' para aquella experiencia. Muchos de ellos dieron un paso difícil porque en aquel momento se colocaban en la diana de las amenazas de ETA. Quienes conocieron aquella experiencia reconocen su empatía y su cercanía. Frente a la imagen de frialdad y de dureza de un dirigente del aparato del partido hecho a sí mismo, en el fondo era un hombre cercano, que preguntaba por la familia a sus compañeros, que se hacía querer en la distancia corta. Uno de sus momentos más duros fue la muerte a causa de un pelotazo de la Ertzaintza el día de Jueves Santo, 5 de abril de 2012, del joven aficionado del Athletic Iñigo Cabacas, cuando era consejero de Interior.
Ares exhibía una pulsión de actividad a la que no todos están acostumbrados. Era austero y madrugador, casi con horario de fábrica, como los viejos socialistas de la tradición obrerista de Bizkaia de comienzos del siglo XX, y sólo tenía un pequeño vicio: necesitaba echar una cabezada ligera, una siesta corta, de 20 minutos, después de comer. Desde primera hora podía estar ya con el teléfono móvil dando instrucciones. Fue el artífice en la sombra de todos los pactos de gobierno del PSE, en su momento con el PNV, después con el PP. Incluso participó junto a Jesús Eguiguren en las conversaciones de Loiola con dirigentes del PNV y de la izquierda abertzale. Un proceso en el que alguna vez reconoció en privado que había pasado cierto miedo escénico por el filo de la navaja en la que se movían.
Estuvo una vez en Ginebra con representantes de ETA en una reunión ya después del atentado de la T4, una vez que se había roto todo y se trataba de certificar el final o un milagro para salvar el proceso de diálogo, que no se produjo. En aquel encuentro agónico, repleto de amenazas y al que acompañó a Jesús Eguiguren, acudieron dirigentes del Sinn Fein y los propios Arnaldo Otegi y Rufi Etxeberria, pero terminó con un intercambio de reproches cruzados y una sensación muy amarga. Ares tenía una relación muy estrecha con el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba.
Él llevaba la logística de los actos públicos y conocía al dedillo las tripas de la organización. Hasta decidía dónde debían sentarse sus compañeros dirigentes. Él recibía por teléfono las primeras informaciones sobre los atentados contra concejales de su partido o del PP y tenía que dar la noticia, destrozado, a sus familias o a sus compañeros. Era entonces cuando parecía que se venía abajo hasta que, en el último momento, un resorte de supervivencia evitaba el hundimiento.
Fue un incombustible que decidió dejar paso a la nueva generación al jubilarse. Sufrió mucho cuando perdió a su mujer por cáncer y en los últimos años consiguió cambiar el chip de una hiperactividad a una vida más tranquila. Eguiguren, compañero de partido, con quien en su día mantuvo serias discrepancias en torno al diálogo con ETA, homenajeaba ayer la pasión socialista de su compañero. «Hicimos no hace mucho las paces», reconocía con tristeza.
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