Pablo Casado arrimó ayer su mejor hombro al del presidente Sánchez para aunar fuerzas con el objetivo de reflotar al país de una situación extremadamente ... delicada por los voraces efectos de esta inédita pandemia. Había en Génova recelos desde la semana pasada por los desafortunados prolegómenos de la convocatoria desde Moncloa, pero el presidente del PP ha sabido interpretar con responsabilidad que no podía dar un portazo al Gobierno. Aznar alentaba un cambio de actitud. Y así lo hizo. No tenía más salida que la de aceptar la invitación del presidente para sumarse a un foro que al final se sustanciará en una comisión parlamentaria porque es ahí donde el PP, como primer partido de la oposición, mostrará la fuerza de sus escaños.
Casado aparcó ayer sus frases y epítetos de trazo grueso para ofrecer su mejor talante dialogante y propositivo. Así, el líder del PP hizo suyo el viralizado espíritu de Cibeles, el que Rita Maestre, la portavoz de Más Madrid, exhibió la semana pasada ante el pleno del Ayuntamiento de Madrid cuando le tendió su mano de manera incondicional al alcalde, el popular José Luis Martínez Almeida. Toda una lección.
Al final de la reunión telemática con Sánchez hubo también un detalle importante por parte de Casado. Asumió que el Gobierno es el que es y no lo condicionó a ninguna ruptura para poder activar una futura colaboración. Con este aparente acercamiento del PP al Gobierno en esta crisis sanitaria también se le podría abrir a Sánchez otra vía alternativa de subsistencia al margen de la la que mantiene con ERC. Parece que pueden venir nuevos tiempos para la política, aunque el PNV mantiene su desconfianza por la improvisación con la que se elaboró el menú de esta mesa de partidos y el cambio de escenario que al final impuso el PP a Sánchez. Los jeltzales ya ven muchos platillos en movimiento.
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