Enmienda a la totalidad a la nueva política
Indignados y preocupados. Los insultos, la bronca y las faltas de respeto que se viven a diario en el Congreso avergüenzan a los políticos más veteranos
Dicen que sienten vergüenza ajena pero, sobre todo, indignación. Y mucha pena. El ambiente de crispación que se respira en el Congreso les «cabrea ... inmensamente». Para ellos la política era otra cosa; era respeto, diálogo y colaboración. Era pensar que las necesidades comunes debían prevalecer siempre sobre los intereses partidarios. Cinco protagonistas de la vieja política, la del siglo pasado, miran con incredulidad «las maneras de hacer» de sus herederos. Una nueva generación que se ha atrincherado en la dinámica del insulto, la bronca permanente y la mentira.
Bitoriano Gallastegi (PNV )
«Es indignante lo que estamos viendo. Así no se puede gobernar un país»
«Lo que yo he vivido como senador en Madrid en las dos últimas legislaturas es de vergüenza ajena». Bitoriano Gallastegi (Bergara, 1940) dice que un Gobierno está para velar por los intereses de la ciudadanía y la oposición para vigilar que esos compromisos se cumplan. Y punto. Pero lo único que vio durante esos años, en esas dos legislaturas, fueron «insultos, degradaciones de personas, mentiras... algo terrible. Lo que menos importaba era la política de verdad y el bien general». Hace unos años, según el dirigente jeltzale, los partidos «se preocupaban de cumplir con las obligaciones que habían contraído con los ciudadanos, pero lo único que vale ahora es desgastarse unos a otros diciendo unas barbaridades que no se deberían pronunciar ni en un Senado ni en un Congreso». Afirma con dureza que la falta de respeto y de valores es «la tónica de hoy». Le resulta indignante que la primera palabra que se lanzan sea un insulto y nadie se inmute. Y la mentira. En este sentido, de su paso por la Cámara alta recuerda cómo distintos grupos decidían apoyar un asunto concreto, pero al llegar la hora de la votación hacían lo contrario. «No hay palabra, ni honor. Creo sinceramente que en Euskadi no pasa esto», afirma. Lo peor de todo, a su juicio, es que la ciudadanía está quemada: «Tendrán que venir nuevas generaciones con otros objetivos y otros intereses para poder acabar con todo esto. Es penoso. Así no se puede gobernar un país».
Patxi Zabaleta (Aralar)
«Existe un intento de utilización de la ética como arma arrojadiza»
Patxi Zabaleta (Leitza, 1947) defiende la teoría de que en la política debe ocurrir lo que ocurre en la vida normal, y en la vida normal no son habituales ni la bronca ni el insulto permanente. «Junto con el insulto existe siempre un intento de utilización de la ética como arma arrojadiza. Muchas veces se plantean los códigos éticos como algo con lo que puedo joder a los demás, cuando el comportamiento ético es todo lo contrario», afirma con rotundidad. El fundador de Aralar y exdirigente de la izquierda abertzale considera que para llegar a acuerdos y dialogar con los otros siempre ha habido frenos y dificultades, pero el respeto personal era antes una norma bastante aceptada y extendida, solo con alguna excepción que otra. «En esos tiempos, no sucedía lo que estamos viendo ahora en España; se han perdido las formas y el insulto por el insulto sustituye en muchas ocasiones a la argumentación». A su juicio, la sociedad tiene una gran sensación de cansancio y confía cada vez menos en los políticos. «Este hartazgo beneficia a las posturas de la antipolítica, la que pretende sostener el mensaje de que la política es mala en sí misma. Y esto no es propio de los dos extremos como se suele decir, es sobre todo propio de la extrema derecha, que además se beneficia de ello». En este sentido, cree que el PP «mete la pata», ya que debería distinguirse de esa extrema derecha no cometiendo sus mismos excesos y distanciarse también en cuanto imagen. «Cuando hay un insulto entre Podemos y el PP, el del PP pierde frente al que no está discutiendo, es decir, frente a Vox. Porque en política se lucha contra el que está en la pared de enfrente, pero se discuten los votos con el que está al costado». Él ha estado 20 años en la oposición del Parlamento navarro y otros 10 en el Ayuntamiento de Pamplona y fue portavoz de la oposición frente a Yolanda Barcina. Recuerda que hace poco en una cafetería «me reconoció que yo jamás le había faltado al respeto, con lo cual me tuvo que pagar el café», comenta entre risas.
Manuel Huertas (PSE)
«Hay que volver a hacer de la política una profesión digna y honrada»
«Antes éramos más respetuosos, el insulto no cabía en nuestra manera de relacionarnos, en todo caso era algo excepcional y estaba mal visto». Tras una vida dedicada a la actividad pública, Manuel Huertas (Zamora, 1942) ve con preocupación la situación que se vive hoy en el Congreso. El dirigente socialista explica que los de su generación también atravesaron situaciones críticas, pero que, pese a ello, pocas veces se vivió semejante confrontación. «A la política se viene a servir y no a servirse de ella». Este es uno de sus principios, el suyo y el de quienes empezaron su trayectoria en el siglo pasado. Defiende que en la política conviene tener aliados por encima de enemigos, «aunque ahora parece que es al contrario. Nuestro trabajo consiste en llegar a acuerdos con los diferentes y más ahora que existe un mayor pluralismo y menos mayorías. No se puede demonizar y considerar el acuerdo como una cesión o una traición». Para el que fuera diputado socialista, los ciudadanos se sienten decepcionados con políticos que hacen trampas y mienten. «En una situación de crisis como la que sufrimos, y con el altavoz de las redes sociales y la prensa amarilla, la mentira tiene mayor capacidad de difusión que nunca. Esto no puede seguir así», sentencia. Durante este año de pandemia, la gente ha mirado más que nunca a la política porque la crisis obligaba a ello y había mucho nerviosismo». «Y era -asegura-, la mejor oportunidad para que los políticos dieran lo mejor de ellos. Pero ha sido al contrario. Hay que volver a hacer de la política una profesión honrada», insiste.
Josetxo Arrieta (Unidas Podemos)
«Creo que en esta situación la palabra mágica es respeto; hay que confrontar ideas»
Dice que los excesos dialécticos se han dado y se dan en todos los parlamentos. Pero reconoce que en algunos, como en el vasco, por ejemplo, no se permite que se aplauda a los propios y se abuchee a los adversarios. Es la única manera, a juicio de Josetxo Arrieta, de evitar excesos dialécticos aún mayores. «Creo que algo parecido se podría hacer en el Congreso y en el Senado para intentar solucionar esta situación», afirma. El exsenador de Elkarrekin Podemos recuerda que en los últimos cuarenta años en el País Vasco también se vivieron «momentos de gran crispación que nos hacían sentir lo peor de la política. En muchas ocasiones, debido a la tensión que se palpaba entonces, representantes públicos tenían que salir escoltados de los plenos municipales». Por otra parte, tal y como explica, existe otro factor importante: «La aparición y el desarrollo de las redes sociales ha cambiado muchísimo el panorama del quehacer político y las llamadas 'fake news' distorsionan la realidad e incluso hay medios y periódicos digitales que los provocan o hacen suyos. Y no pasa nada». Para poner freno a esta situación, la palabra mágica para Arrieta es «respeto». «Hay que confrontar ideas y proyectos, pero reconociendo que todas las y los parlamentarios representan a un sector de la población», concluye.
Gervasio Juaristi (Partido Popular)
«Haría falta un examen de conciencia para cambiar estos comportamientos tan necios»
Con 90 años pero con una lucidez envidiable, Gervasio Juaristi observa con incredulidad la política de la confrontación y lamenta que «ni una calamidad tan terrible como está siendo la pandemia haya logrado la unidad que esperaba la ciudadanía», una sociedad a la que ve enfadada y muy decepcionada. «Nuestro partido, por ejemplo, ataca constantemente la gestión de Pedro Sánchez, y no me gusta; pero si fuera al contrario, si gobernase Pablo Casado, los socialistas harían lo mismo. La falta de respeto hacia el otro es impresionante», lamenta este veterano que se define «de derechas de siempre» y que comenzó su andadura en la política como concejal en 1956, con 28 años. Entonces, asegura, las cosas eran muy distintas: «Había que medir las palabras. En mi tiempo, las malas maneras estaban muy mal vistas». Ahora, sin embargo, reconoce que hablar de respeto resulta «anticuado y ridículo». Por eso mira al futuro con mucho escepticismo: «No creo que las cosas cambien a mejor, me parece una utopía pensarlo». Le apena que las nuevas generaciones no sean capaces de hacer un examen de conciencia para intentar cambiar «esos comportamientos tan necios».
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