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Ha sido la semana 'horribilis' para el Gobierno Vasco. El desgaste por la 'cogobernanza' pactada entre Pedro Sánchez y el PNV es el factor sorpresa ... de las elecciones vascas. Los jeltzales se ven en el foco por la adopción de medidas difíciles en la desescalada, con críticas sociales que sitúan al nacionalismo gobernante en el ojo de la tormenta en el que está el Ejecutivo central. La semana termina con la autorización del Gobierno Vasco al movimiento entre municipios de un mismo territorio. Un gesto en el umbral de la probable quinta prórroga, la última, de un mes al estado de alarma. Sánchez anunció ayer que busca apoyos a una propuesta que podrá «levantarse» por zonas en función de sus avances. La única autoridad del mando único será el ministro de Sanidad, Salvador, Illa. El Gobierno Vasco recupera así el control sobre otros resortes de poder que dependían, en última instancia, del Estado. Por ejemplo, de la Ertzaintza.
Un regreso en el aire. La propuesta para reanudar presencialmente para determinados tramos educativos de los adolescentes la vuelta a las aulas el 18 de mayo ha abierto un intenso debate y ha resultado fallida. La iniciativa era sido cuestionada desde diferentes ámbitos educativos -padres, profesores, sindicatos y alumnos- que aludían a la falta de consenso y de condiciones y garantías sanitarias. El Ejecutivo vasco también ha alegado la ausencia de un aval jurídico del Gobierno central. En la fase 2 no será necesaria esta luz verde. Pero la propuesta alternativa de reanudar el curso el 25 de mayo, incluso en días alternos combinados con clases on line, deja esta vuelta en el aire. Faltan tres semanas para que termine el curso escolar y el Gobierno Vasco no las tiene todas consigo en un asunto que se ha convertido en un controvertido símbolo de regreso a la 'normalidad'. La vuelta a las aulas puede ser su talón de Aquiles.
El fantasma de la abstención. En este contexto, la apuesta del lehendakari Iñigo Urkullu de convocar las elecciones en julio «si se dan las condiciones sanitarias y democráticas» descubre otro flanco complejo. Sobre la mesa aflora una verdadera anomalía democrática: las elecciones están aplazadas y el Parlamento suspendido. El problema de los comicios, sean en julio o en septiembre, además de la logística, es la abstención. Es el motivo, por ejemplo, que ha llevado a los franceses a aplazar a otoño la repetición de sus elecciones municipales, cuya segunda vuelta se suspendió en abril. La convocatoria de junio, que se barajó en un primer momento, ha sido descartada por el temor a una deserción masiva de votantes.
Cumbre a solas. El lehendakari convocó a los partidos el 30 de abril para estudiar esta cuestión y en la reunión se supo que su apuesta pasaba por celebrarlas, si se daban las condiciones, en julio. Con anterioridad a ese encuentro, Urkullu presidió una reunión a solas con PNV y PSE para encauzar sus diferencias. Participaron, por parte del PNV, Andoni Ortuzar y Joseba Aurrekoetxea, y de lado socialista, Idoia Mendia y Miguel Ángel Morales. La cita servía para explorar la cobertura política a la decisión que perfilaba el lehendakari que confesó, apesadumbrado, la falta de receptividad que encontraba en Sánchez, que no respondía a sus reiterados mensajes. En ese momento primaba una sensación de inquietud ante el protagonismo alcanzado por EH Bildu, que ha encontrado su espacio con un mensaje contundente de oposición. Sin embargo, los últimos ataques con pintadas a las sedes de partidos pueden complicar el discurso de EH Bildu y le va a obligar a 'moverse' en un terreno que le resulta incómodo y que condicionó por completo el pasado. El de la intimidación a los rivales.
Cogobernanza bumerán. El intento de polarización con EH Bildu por parte del PNV estaba servido en bandeja. Los jeltzales contaban con el cartel de Urkullu para atraer al voto de 'orden' no estrictamente nacionalista y 'pescar' en caladeros del PP y del PSE. Pero la gestión de la 'cogobernanza' ha alterado este guion al introducir una variable nueva: el 'codesgaste'. Los socialistas interpretan que la estrategia compartida sobre la desescalada ha permitido ampliar el foco y no situar la presión en exclusiva contra Sánchez. Si, hasta ahora, el principio de proximidad era entendido casi como un sinónimo de eficacia, porque acercaba las decisiones a la ciudadanía, ahora, el malestar surgido con el Gobierno Vasco -con la sombra del agravio frente a Bizkaia al fondo- plantea un escenario sin certezas también en un terreno que parecía inamovible.
El vértigo. En realidad, todos los gobernantes se asoman al precipicio en estos momentos. Basta ver a Emmanuel Macron al pie de los caballos en las encuestas. Son momentos muy difíciles, de vértigo, en los que los gobiernos toman decisiones rápidas, improvisan y se equivocan. Pero lo relevante son las mareas sociales de fondo. En España los partidarios de la contención y los de ir más deprisa están divididos al 50% aproximadamente, según los sondeos. Algunos otros datos son sorprendentes. El último informe demoscópico del sociómetro vasco apunta que el Ejecutivo autónomo recibe un 6,5 de nota. Una buena calificación, Lo llamativo es que el Gobierno español obtiene por primera vez un aprobado en Euskadi. A su vez, la coalición PSOE-Unidas Podemos tiene buena imagen en el País Vasco. El dato no ha pasado desapercibido en Moncloa.
Estado de alarma. El mando único se limitará al ministro de Sanidad y el Gobierno Vasco recupera el control de la Ertzaintza
Negociación. Urkullu estaba molesto porque durante un tiempo Sánchez no respondía a sus reiterados mensajes
Encuestas. Por primera vez un sociómetro da un aprobado al Gobiernode España en Euskadi
Madrid como palanca. Mientras tanto, la derecha concentra todos sus esfuerzos para convertir a Madrid en la palanca para el acoso y derribo del Gobierno Sánchez. La beligerancia de su presidenta, Isabel Díaz Ayuso -cuestionada por el caso del aparthotel en el que se ha confinado- ha llegado a plantear el mantenimiento de Madrid en la fase 0 como un «choque ideológico» con el Ejecutivo. Las 'caceroladas' en algunos barrios acomodados y el incendio de las redes sociales completan este cóctel de imaginario casi guerracivilista. Madrid puede ser el acicate para el centroderecha pero también un serio problema para la estrategia de oposición de Pablo Casado. Primero porque Vox marca una inercia que radicaliza al PP. Pero también porque la tensión entre los populares y Ciudadanos, que gobiernan en coalición, puede terminar rompiendo la cuerda. El presidente del Gobierno ha elegido el papel de no bajar al barro de la pelea y hace llamamientos a la unidad de todos para vencer al virus. Eso sí, su vicepresidente Pablo Iglesias sí ha optado por una respuesta directa de polarización con «la extrema derecha». La operación dirigida a romper el Gobierno de coalición ha tenido el efecto contrario. La apuesta por tumbar al Ejecutivo PSOE-Unidas Podemos ha servido más como pegamento que como disolvente.
El factor Arrimadas. La desescalada va acompañada en la política de un movimiento de acercamiento a Ciudadanos, en principio limitada a la negociación de las prórrogas de los estados de alarma. Pero planea en el aire la discusión de los Presupuestos de 2021; serán la prueba de fuego que revele si es viable la geometría variable de pactos a derecha e izquierda o si Sánchez tiene que escoger entre Ciudadanos o ERC como compañeros de viaje. El recelo republicano es notorio aunque el Gobierno insiste en que no se replantea su política de alianzas ni la mesa de diálogo para Cataluña. El Ejecutivo, en todo caso, asiste expectante hasta dónde llega Inés Arrimadas. Porque es consciente de que Albert Rivera, a pesar de estar ya fuera, presiona a la contra a través de sus últimos incondicionales. Pero Arrimadas cree que, pese a sus diez escaños, puede rentabilizar su fuerza como una opción útil que recupere su función de bisagra. Madrid siempre ha sido una hoguera de vanidades y conspiraciones. Pero la capital del Reino, el centro de todas las borrascas, se transforma hoy en un campo de batalla cada vez más lejos de la periferia donde las cosas se perciben de forma diferente. Dos realidades cada vez más distantes y no sólo por la desescalada. Verdaderamente, las dos Españas.
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