La política, que dicen que es el arte de lo posible, a veces suele ser el reflejo de una inexplicable frustración. Es una pena que ... ni el presidente Sánchez ni el lehendakari Urkullu hayan aproximado en los últimos días sus posturas ni tan siquiera en unos mínimos que podrían haber evitado el mal mayor: el plantón del inquilino de Ajuria Enea al jefe del Ejecutivo central, en San Millán de la Cogolla, emplazamiento monástico riojano, cuna del nacimiento del castellano y del euskera en las glosas emilianenses. Una coincidencia que hubiera dado mucho que hablar y que se ha quedado en el tintero. El fracasado encuentro político podía haber gozado de un contexto cultural propicio para Urkullu y Sánchez. No ha podido ser. Sin embargo, el incumplimiento por parte del Gobierno para poner fecha a la comisión mixta del Concierto, órgano que debe situar el techo de endeudamiento de Euskadi en una coyuntura sensible por las consecuencias económicas de la pandemia, y la falta de previsión desde la estructura de Moncloa para negociar con suficiente tiempo la citada convocatoria, ha provocado un resultado final que no favorece a ninguna de las partes. Tampoco al propio lehendakari, que ha mantenido su pulso hasta el final con Sánchez y que en esta ocasión no ha logrado que el cruce epistolar se cerrase en un acuerdo para las dos partes, sobre todo cuando Sánchez aborde hoy con las autonomías el reparto de los fondos europeos conseguidos recientemente.
San Millán de la Cogolla, que podía haber sido la imagen de la consolidación de la unidad autonómica en torno a un objetivo común de reconstrucción, reflejará hoy las primeras ausencias significativas. Y, al mismo tiempo, y aunque lo nieguen las partes afectadas, este choque enrarece las negociaciones entre PNV y PSE para cerrar un acuerdo de gobierno en Euskadi.
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