La pulsión y la presión
Las Juntas de Gipuzkoa aprobaron varias mociones pactadas por PNV y EH Bildu a favor de que el nuevo estatus de autogobierno reconozca el derecho ... a decidir de la ciudadanía vasca y la condición nacional de Euskal Herria. Nada nuevo bajo el sol. En Gipuzkoa, PNV y EH Bildu siempre han compartido una estrategia de corte soberanista. Pero al hacerlo ahora, en el contexto de negociación de una reforma estatutaria, la declaración mete una doble presión. Primero, al PSE, que ya ha advertido de que el derecho de autodeterminación, se llame como se llame, es una línea roja que no traspasará. Y, en segundo lugar, al propio Aitor Esteban, que ha construido su liderazgo sobre un pacto tácito con los jeltzales guipuzcoanos en el que algunas áreas –el tema del euskera, por ejemplo, de la mano de Markel Olano– están bajo el registro de la línea más soberanista. ¿Lo estará la discusión del estatus? No parece, pero algunos lo quieren...
Las declaraciones suponen un mero ejercicio de voluntarismo político. El PNV es consciente de que si quiere realmente una reforma del marco que resulte viable tiene que ser compatible con la Constitución. El derecho a decidir requeriría una reforma previa de la Carta Magna. Está la actual relación de fuerzas en España como para pensar que esa revisión es factible.
Más allá del derecho a decidir, y de que ya es un fetiche simbólico para todos, hay otras cuestiones en las mociones que también suscitan un profundo debate entre PNV, EH Bildu y PSE. Los socialistas no van a envolverse en la bandera de la pura bilateralidad, porque, de facto, eso abriría la llave de un Estado confederal que desbordaría la apuesta autonómica. Jugar a obviar esta premisa es pensar que la mayoría abertzale es la que lleva la batuta. Craso error. Plantearse el nuevo estatus a partir de ese choque –y no de un acuerdo integrador entre diferentes– es obviar el principio de realidad y una fuente segura de frustración.
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