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Se deshojó al final la margarita y Pedro Sánchez terminó por descubrir todas sus cartas guardadas con una notable opacidad en los últimos días. Los ... equilibrios del Ejecutivo responden a ese juego de contrapesos que tanto le gustan al presidente.
El primer nombre propio es el de navarra Elma Saiz. Su nombramiento encierra un claro gesto político dirigido a buscar la complicidad del PNV. La decisión de colocar a esta socialista navarra al frente de la Seguridad Social puede facilitar el traspaso más problemático de todos, el del régimen económico de la misma. La nueva ministra conoce muy bien la singularidad fiscal vasconavarra y domina a la perfección las relaciones con la izquierda independentista. Por otra parte, desde UPN se teme que su marcha del Ayuntamiento de Pamplona pueda acelerar una moción de censura contra la alcaldesa Cristina Ibarrola por parte de Joseba Asiron, de EH Bildu, con el apoyo socialista. Serían palabras mayores y el PSN siempre lo ha negado, al menos hasta ahora.
En todo caso, la salida de Escrivá de la negociación de las transferencias es una buena noticia para el PNV, pero también para el PSE, que empezaba a tener un problema con la cultura rígida del ministro, poco moldeable a las necesidades políticas del momento, pero que sigue en el Ejecutivo como responsable de Transición Digital, quizá a la espera de cubrir la plaza de Nadia Calviño en Economía si abandona el gabinete para irse al Banco Europeo de Inversiones.
Además, la llegada del canario Ángel Víctor Torres al Ministerio de Política Territorial tampoco ha sido mal vista ya que se supone que maneja bien la cartografía autonómica periférica como expresidente del archipiélago. Los jacobinos más centralistas pierden posiciones en el tablero.
No obstante, la reacción jeltzale proyectaba otro mensaje, muy crítico con la creación de dos nuevos ministerios, de Vivienda y de Infancia y Juventud, que considera que invaden competencias autonómicas. Los recelos están a flor de piel y la advertencia del PNV revela que no va a conceder el más mínimo estado de gracia al Ejecutivo. En la forma y en el fondo el PNV parece dispuesto a convertirse en el gran juez de la partida, el que tiene la llave y quiere exhibirla a la primera de cambio. Los jeltzales están ya en campaña electoral y se nota. El tono de ayer era más un toque de atención para achicar el espacio a EH Bildu y así denunciar su supuesta tibieza en la defensa del autogobierno. La polémica por la Ley de Vivienda vuelve a cabalgar.
La falta de ministros del PSE puede que resulte previsible, pero no deja de sorprender que los socialistas vascos, que ganaron precisamente las elecciones en Euskadi, se vuelvan a quedar sin representación en el gabinete.
Por lo demás, Sánchez opta por un Ejecutivo curtido políticamente y de combate, reflejo de la diversidad territorial. La marginación de Podemos en el nuevo Gobierno va a convertirse en un lastre que va a complicar las cosas a Yolanda Díaz a la hora de insuflar aire fresco a la coalición 'progresista' y a Sánchez para garantizar la estabilidad. Vienen tiempos duros que exigen perfiles correosos, que marquen el territorio y sean capaces de comunicar su relato. Mucho diálogo, por un lado, y una confrontación implacable frente a 'las derechas', por el otro. Dos registros para una misma partitura en un contexto de enorme incertidumbre en el que Sánchez se va a envolver en la bandera del progresismo socialdemócrata frente a los peligros 'reaccionarios' de alrededor. Esa va a ser su narrativa, aunque el PP no va a soltar el hueso de la amnistía, convencido de que ha encontrado la pieza clave para poner al presidente contra las cuerdas y precipitar unas nuevas elecciones.
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