Borja Sémper es uno de los jóvenes del PP que hace 25 años, días después de que ETA asesinara a Gregorio Ordóñez, decidió dar un ... paso al frente para defender los postulados de su partido frente al totalitarismo que inoculaba el terrorismo de ETA y quienes ideológicamente jaleaban de manera perversa sus acciones. Sémper, que fue concejal de Irun sin alcanzar aún la mayoría de edad, ha querido abanderar el espíritu de Ordóñez en defensa de la libertad, de la pluralidad y del orden constitucional, siempre enfundado en su traje liberal y moderado, alejado del estridente navajeo verbal con el que la derecha se ha exhibido recientemente. Sémper, que ha sido un dirigente atípico dentro de un PP cada vez más derechizado, deja la política y se sumerge en la vida civil como ya lo hicieron en su día San Gil, Basagoiti y Quiroga, por diferentes motivos. La derecha vasca, que ha tenido que sufrir durante décadas los crueles embates de ETA, pierde gas por el camino, paradójicamente, años después de que la organización armada bajara la persiana de manera unilateral y sin ninguna contraprestación política. El PP, más en concreto Génova, no ha sabido blindar y preservar a los dirigentes de su partido que se han jugado la vida por unas siglas que en Euskadi muchas veces han sufrido la incomprensión de quienes dirigen el partido desde lejos. La marcha de Sémper, que en el último año ha colisionado con la dirección de su partido por el tono exacerbado que ha exhibido Casado, abre en vísperas electorales todo un boquete en el PP vasco, que pierde a un puntal estratégico en su ala liberal -un verso libre en muchas ocasiones- que ensanchaba el espacio ideológico que incomprensiblemente Génova va estrechando según pasa el tiempo. La marcha de Sémper trastoca sensiblemente la ya mermada estructura del partido en Gipuzkoa, que deberá refundarse si quiere mantener su espacio electoral, que lentamente va declinando.
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