La gesta de la nao San Juan
Es obligado agradecer el trabajo del equipo liderado por Xabier Agote para recuperar una parte singular de nuestra historia marítima y ballenera
Xabier Ezeizabarrena
Presidente de las Juntas Generales de Gipuzkoa
Lunes, 17 de noviembre 2025, 01:00
La memorable botadura de la réplica de la nao San Juan, en el astillero Albaola de Pasaia, el pasado día 7 de noviembre, ha supuesto ... un hito colectivo liderado por Xabier Agote y todo su equipo. Más de una década de intenso trabajo que continuará hasta la singladura en 2027 y que bien puede servirnos para rememorar algunas notas de nuestro notable pasado marítimo y ballenero, especialmente en la península del Labrador canadiense.
El libro colectivo coordinado por Xabi Otero, 'Euskaldunen Labrador', hace ya varias décadas, recoge algunos épicos pasajes que rememoran la gesta de la nao San Juan y los balleneros vascos en su época. El esfuerzo de Albaola, siglos después, puede y debe servir para que no olvidemos el impresionante patrimonio y pericia marítima de Euskal Herria durante tantos siglos.
Aurelia Arkotxa subraya en el libro que «los descubrimientos hechos por un equipo de arqueólogos canadienses dirigidos por el profesor Grenier entre 1977 y 1985 en Red Bay, nos han permitido comprender mejor, y por primera vez, lo que fue la vida de los balleneros vascos del siglo XVI» (...), incluso que aquellos «llegaron a las costas del Labrador en el siglo XIII y a Terranova en 1372». Recuerda Arkotxa, el minucioso estudio de Selma Huxley en los archivos de Burgos y Oñati que facilitó la localización de hasta doce puertos balleneros de dicha penínssula hasta entonces desconocidos. Entre ellos sobresale el puerto de Red Bay, donde naufragó en 1565 la Nao San Juan. Según la propia Arkotxa, «su armador Joanes de Portu, pudo salvar más de la mitad del aceite que contenía».
La memorable botadura de la réplica en el astillero Albaola de Pasaia supone un hito colectivo
Relata Anes Arrinda, en el propio libro colectivo, «que a principios del siglo XVI, el navegante francés Jacques Cartier buscando el camino a las Indias por el Norte, llegó al estrecho de Belle-Isle, dándose cuenta entonces que Terranova era una isla y de que los vascos estaban allí cazando a placer».
En el citado libro, el arqueólogo marino, Manu Izagirre, relata y recrea el ambiente de Red Bay en la época del naufragio y el extraordinario trabajo de aquellos marineros, «a final de verano de 1565 cuando el San Juan, procedente de Pasaia, uno de los tantos que componían ese año la flota de pesca en Red Bay, no resistió como los demás una de las frecuentes tormentas del Norte que hizo garrear su ancla (...)» hasta perecer en la isla de Saddle. Recuerda Izagirre que el equipo de arqueología submarina de Robert Grenier trabajó desde 1979 hasta 1985 descubriendo o recopilando los indicios de aquel naufragio. Fue, precisamente,en julio de 1985, cuando un joven Xabier Agote leyó en la edición del National Geographic un interesante artículo sobre la gesta de aquella nao y el trabajo de los arqueólogos canadienses. El propio National Geographic vuelve a tratar el tema en su edición de agosto de 2018. También conviene recordar el brillante trabajo de Miguel Laburu en 'De mare Vasconum. La memoria perdida' (Pamiela, 2006).
El arqueólogo director del equipo canadiense, Robert Grenier, colabora igualmente en el libro 'Euskaldunen Labrador'. Grenier afirma que «la arqueología marina subacuática abre un resquicio sobre el patrimonio marítimo de canadienses y vascos: el San Juan de 1565 y los balleneros vascos del siglo XVI en el estuario del San Lorenzo. En el otoño de 1565, en el puerto de Red Bay, situado en la orilla norte del estrecho de Belle-Isle, un galeón vasco de alrededor de 200-250 toneladas se hunde con su precioso cargamento de aceite de ballena en el transcurso de una violenta tempestad». Curiosamente, prosigue Grenier, «dos hermanos arponeros que se quejaban de no haber recibido su asignación justa de una parte del cargamento recuperado en el San Juan, realizaron una denuncia notarial que debería eventualmente conducir al descubrimiento del pecio». La pista fue descubierta mucho más tarde en el archivo de Oñati y aquellos indicios guiaron a los historiadores y arqueólogos hasta Red Bay donde trabajaron desde 1979 hasta 1985 en condiciones extremas. Como recordaba el propio Grenier, Jacques Cartier llegó a bautizar aquellas costas y sus paisajes como «la tierra que Dios dio a Caín».
Volviendo a nuestros días, es obligado agradecer el trabajo de todas estas personas y equipos para recuperar una parte singular de nuestra historia marítima y ballenera. Resta mucho trabajo para el equipo de Albaola hasta que la réplica única de la nao San Juan busque su singladura de vuelta hacia el Labrador. Un trabajo memorable que bien puede y debe servir para que empecemos a recuperar más pasajes olvidados de nuestra rica historia marítima. ¡Zorionak lan bikainagatik ta milesker talde osoari!
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