Watson y la toma de conciencia
Parece incuestionable que percibir lo esencial, la profundidad de los cambios con los que nos enfrentamos es el primer paso para abordarlos con garantías
La toma de conciencia es el primer paso para abordar con garantías el desafío con el que nos enfrentamos. Sin embargo, tengo la sensación de ... que no somos realmente conscientes del alcance de las transformaciones en marcha. La crisis del coronavirus y sus derivadas más allá del aspecto sanitario, proyectándose en las relaciones económicas, sociales y políticas son de una envergadura excepcional. Nada va a volver a ser igual. De hecho, esta crisis acelera las profundas transformaciones que ya estaban en marcha y nos exigen una respuesta contundente y urgente. Ahora bien, ¿cómo dar una respuesta contundente fruto de un posicionamiento claro y acertado si no somos conscientes del alcance del cambio?
Nos ponemos a hablar de 'nueva normalidad' porque en el fondo anhelamos que vuelva a ser lo de antes, lo normal, aunque sea con algún cambio que otro. En lo más íntimo esperamos emular a Miguel de Unamuno o a Fray Luis de León volviendo a sus clases en la Universidad de Salamanca, como si no hubiese pasado nada y pronunciando su célebre 'Dicebamus hesterna die...' –'Como decíamos ayer...'–. Así, nos enfrentamos a los nuevos retos desde un discurso de la reconstrucción, porque pensamos o queremos pensar que se trata de volver a lo de antes, de reconstruir lo que se ha destruido en la crisis. Todas las palabras que usamos parecen sugerir un lenguaje que aspira a recuperar lo perdido y, en el fondo, esconden el miedo a enfrentar lo nuevo, lo singular, la anomalía con la que deberemos convivir de ahora en adelante. Porque la realidad es que «nos han robado la tienda de campaña».
Voy a recuperar una conocida historia para ilustrar mi sensación. Sherlock Holmes y su ayudante, el Dr. Watson, deciden pasar una noche en la campiña. Llegados al lugar elegido, montan su tienda de campaña, organizan sus enseres y, con la caída de la noche, preparan una suculenta cena. Después de cenar y mantener una animada conversación, recogen los utensilios, se introducen en la tienda de campaña, se desean las buenas noches y se acuestan en sus sacos de dormir. Horas más tarde, Sherlock Holmes se despierta y llama a su fiel amigo:
La nueva era no es la de la 'nueva normalidad', es la de la anomalía, la de la singularidad
–Watson, por favor, mire al cielo y dígame qué ve.
Watson se despierta sobresaltado, todavía somnoliento, mira al cielo y responde:
–Pues... bien... veo millones y millones de estrellas.
Lejos de quedarse satisfecho con la respuesta, Holmes mira con detenimiento a Watson y le demanda:
–Y eso, ¿qué le indica, querido Watson?
Watson termina de despertarse y, plenamente decidido a impresionar a su amigo, contesta:
–Desde un punto de vista astronómico, me indica que existen millones de galaxias y potencialmente, por lo tanto, billones de planetas...
–Astrológicamente hablando, me indica que Saturno está en conjunción con Leo...
–Cronológicamente, deduzco que son aproximadamente las 3:15 de la madrugada...
A estas alturas Watson está ya lanzado y se recrea en su exposición:
–Teológicamente, puedo ver que Dios es todopoderoso y que nosotros somos pequeños e insignificantes...
–Meteorológicamente, intuyo que mañana tendremos un hermoso y soleado día...
Llegados a este punto, Watson, totalmente crecido y convencido de haber dado cumplida respuesta, pregunta a Holmes:
–Y a usted, ¿qué le indica, mi querido Holmes?
Holmes se queda mirando fijamente a Watson, frunce el ceño y, tras un corto silencio, le dice:
–¡Algo elemental, querido Watson! Cada día es usted más imbécil. ¡Nos han robado la tienda de campaña!
Parece incuestionable que percibir lo esencial, la profundidad de los cambios con los que nos enfrentamos es el primer paso para abordarlos con garantías. No podemos despistarnos en esto y temo que lo hagamos. Vamos a estar rodeados de excusas, de lugares comunes, de frases grandilocuentes, incluso de buenas intenciones. Vamos a estar rodeados por los cantos de sirena de nuestros prejuicios, fruto de nuestra experiencia del pasado, que incluso proyectarán ideas de cambio para que nada cambie. Por eso, necesitamos hacer un buen ejercicio de identificar lo fundamental.
La nueva era no es la de la 'nueva normalidad', es la de la anomalía, la de la singularidad. No se trata de reconstruir, se trata de refundar. Reconstruir es rehacer o volver a construir, reproducir algo ya pasado. Y esto no va de reconstruir, va de refundar, de volver a fundar algo, de volver al origen y principio de las cosas para adaptar las preguntas y las respuestas a los nuevos tiempos que nos tocarán vivir. Tiempos de transformación profunda en los que las palabras deben ayudarnos a desarrollar un relato real y motivador, que no suene a lo de siempre, que no parezca un engaño en el que se habla de cambio para no cambiar, porque ha empezado una nueva historia. Una historia que no está cargada de tintes apocalípticos, porque no es el fin del mundo, pero sí el comienzo de un nuevo mundo.
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