Detengámonos un momento a imaginar un Torre Pacheco a gran escala. Pensemos en la imposibilidad de salir a la calle sin cruzarnos con una pelea, ... sin respirar el aire nervioso de la violencia, sin advertir odio en los ojos del otro. Demos por seguro que nadie está a salvo en determinados barrios –no esperen estas revueltas en La Moraleja– cuando las masas se toman la justicia por su mano y cuando hay quienes, mediante el desorden, se autoproclaman, paradójicamente, adalides del orden. No dudo de que en Torre Pacheco existiera conflictividad previa ni de que el clima social estuviera envenenado por distintas razones. No resto importancia a la paliza que sufrió Domingo, y espero, como todo el mundo espera, que los agresores respondan ante la justicia. Entretanto, creo que la vía Torre Pacheco arroja, sobre todo, una certidumbre: si antes tenían un problema, ahora tienen, como mínimo, dos.
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