El pasado verano asistí a un fenómeno tan asombroso como el fulgor de la luna de estas últimas noches. Fuimos a tomar uno de esos ... Media Distancia de Andalucía, que funcionan fatal. En el andén, nos cruzamos con pasajeros de otra línea que se habían quedado tirados. Cuando fuimos a subir al tren, la puerta no se abría. El ambiente era caótico. Por fin, logramos montarnos; el revisor, visiblemente agobiado, serio, y haciendo gestos de negación con la cabeza, nos informó de que el aire acondicionado solo funcionaba en un vagón. Visto el desastre, alguien quiso confirmar que el tren pararía, como estaba previsto, en Jimena de la Frontera. El revisor se giró, circunspecto, pero, de pronto, puso cara de cachondeo y, con un soniquete del Carnaval de Cádiz, nos recitó todas las paradas del trayecto. En cuestión de segundos su mal humor se había esfumado. Desconozco por qué se obró semejante transformación, pero el fenómeno nos pareció asombroso, bellísimo en su rareza.
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