Me he aficionado a mirar unos vídeos japoneses de animación, muy breves, que se limitan a mostrar a una persona en una casa -una casa ... pequeña y sencilla, a menudo- , recostada en la cama o en el sofá, que tiene siempre cerca un plato de comida humeante, un gato echando la siesta y un libro. En el exterior, llueve, nieva o hay tormenta.
La confortabilidad que transmiten esos videos resulta hipnótica, dan ganas de meterse dentro de las imágenes; sin embargo, no reflejan lujos inasequibles ni situaciones extraordinarias. Describen, simplemente, la promesa del invierno; lo que no describen son los temblores que nos impiden disfrutar con tranquilidad de la lectura en casa durante una tarde desapacible. No describen el cansancio, ni la falta de sueño, ni el miedo impreciso, ni la angustia, ni la ansiedad, ni las dificultades que tenemos para desconectar y no hacer nada.
Las peores borrascas son las que llevamos dentro.
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