El ojo, las profecías y los indios
Economista y doctor en Competitividad Empresarial y Territorial, Innovación y Sostenibilidad ·
Necesitamos escuchar y abrir un diálogo real con el entorno y con los demás para cuestionar prejuicios, paradigmas y contextos, tomar distancia y abrir el campo visualEl ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve». Este proverbio de Antonio Machado, profundo en su sencillez, ... me sirve para compartir una reflexión sobre el poder de los contextos, los prejuicios y los sesgos confirmatorios. Es un buen ejemplo de cómo la sencillez es el resultado de un verdadero destilado de la complejidad; pues, como diría Steve Jobs, «la sencillez es la máxima sofisticación».
Las personas construimos relatos en los que habitamos y buscamos el sentido de lo que somos, aunque, en realidad, el sentido de nosotros esté fuera de nosotros. Pero necesitamos de nuestro relato, en el que las piezas encajan dentro del marco de nuestros prejuicios, sustentados en paradigmas y proyectados en contextos. Es inevitable que construyamos relatos. La cuestión es que no sean 'ego-relatos' para satisfacción y exaltación de uno mismo, para autoafirmarnos; ausentes de autocrítica y de esfuerzo por entender, carentes de empatía, despreciando otras miradas, otros relatos sobre la misma realidad, que es la que es, con independencia de nuestra mirada. Relatos egocéntricos, en el que todo lo referimos a nosotros mismos, haciendo del 'yo' el centro del universo. Algo que explicaría la actual situación política española.
Vamos por la vida con el mapa puesto y proyectamos el mundo poniéndonos siempre en el centro de ese mapa, explicando las cosas desde esa perspectiva. A esto se refiere el historiador Robert Marks al decir que «el eurocentrismo no es un 'sesgo', sino una manera de determinar qué es cierto y qué es falso... es, por tanto, un paradigma, un conjunto de presupuestos sobre cómo funciona el mundo que suscita preguntas que pueden responderse entonces buscando los hechos».
En realidad, los contextos son parte de nuestra vida, pues proyectan la percepción que cada uno tenemos de las cosas. Una percepción que nos acompaña y condiciona, que ha pasado a través del tamiz de los prejuicios, consolidados y configurados por las circunstancias personales. Como diría Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia». Así, los contextos son fundamentales, pues son los que dan sentido y valor a lo que pensamos y hacemos. No hay nada que tenga un efecto más devastador que un buen relato o frase sacados de contexto.
El problema está en que los prejuicios, transformados en paradigmas, nos condicionen de manera que todo parezca responder a verdades inmutables que proyectan una única perspectiva de las cosas. Es evidente que nuestros procesos de aprendizaje se producen interactuando con la realidad a través de paradigmas que expresan modelos de aprendizaje social, y que cuando aprendo de la realidad a través de un paradigma determinado, la actividad va consolidando y reforzando el paradigma en su propia aplicación, en una suerte de espiral del paradigma dominante; ya que la percepción de la realidad responde claramente y de forma eficiente a ese paradigma y no a otro.
Por eso nuestra percepción de la realidad no es neutra, sino que prestamos especial atención a aquellos hechos que confirman nuestras creencias. Es lo que se conoce como el 'sesgo confirmatorio'; un principio enunciado en el siglo XVII por el filósofo Francis Bacon. A esto se refiere Bertrand Russell cuando dice que «todo hombre, donde quiera que va, está rodeado por una nube de convicciones reconfortantes, que se mueven con él como las moscas un día de verano».
El sesgo confirmatorio alimenta las «profecías que se auto-cumplen», término acuñado por Robert Merton, sociólogo americano, para referirse a procesos circulares en los que la mera difusión de un pronóstico o temor hipotético, puede hacerlo realidad. Y aquí entran los indios:
A comienzos de otoño, una tribu india pide consejo a su jefe:
-Gran jefe, ¿va a hacer frío este invierno?- Preguntan preocupados.
-Todavía es pronto para asegurarlo, pero sí, creo que se avecina un frío invierno- Afirma el jefe, tratando de aparentar seguridad y curándose en salud.
Los indios comienzan a almacenar leña. El jefe no está muy seguro de su previsión y llama al servicio de meteorología, donde confirman que se espera un duro invierno. Al cabo de unos días, los indios vuelven a preguntar a su jefe y éste les responde que sí, que almacenen más leña. El jefe llama de nuevo a los meteorólogos para corroborar su pronóstico y le dicen que va a hacer más frío del previsto. El proceso se repite varias veces y los indios se consagran en cuerpo y alma a almacenar leña.
El jefe indio, finalmente intrigado, pregunta al servicio de meteorología:
-¿Por qué estáis tan seguros de que va a ser uno de los inviernos más fríos de todos los tiempos?
-Mire, no sabemos el motivo, pero ¡es que los indios andan recogiendo leña como locos!
Así que necesitamos escuchar y abrir un diálogo real con el entorno y con los demás, para cuestionar prejuicios, paradigmas y contextos, cuestionar afirmaciones, rebelarnos ante profecías que se auto-cumplen, tomar distancia y abrir el campo visual; salirnos del centro del mundo, de ese mapa en el que siempre estamos en medio, y construir un relato más abierto y menos egocéntrico. No somos el ombligo del mundo. Las cosas existen al margen de nosotros. Aunque, como diría Eric Butterworth, «no vemos las cosas como son sino como somos», no está de más recordar, para terminar, el proverbio de Machado: «El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve».
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