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Lección de filosofía desde un fiordo noruego

ROBERTO R. ARAMAYOPROFESOR DE INVESTIGACIÓN EN EL INSTITUTO DE FILOSOFÍA DEL CSIC E HISTORIADOR DE LAS IDEAS MORALES Y POLÍTICAS

Viernes, 3 de junio 2022, 07:30

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«Aunque todas las posibles preguntas de la ciencia recibiesen respuesta, ni siquiera rozarían los verdaderos problemas de nuestra vida». Wittgenstein.

Acomienzos de los años ... 80 del siglo pasado visité Skjolden, una pequeña localidad en el extremo del Sognefjord. Ese que se adentra más en el sur de Noruega. Quería ver por qué Ludwig Wittgenstein, unos de los filósofos más importantes del siglo XX, había elegido ese lugar para hacerse una cabaña tan pequeña como rústica con sus propias manos y permanecer un año lejos del mundanal ruido. El paisaje casaba muy bien con lo que uno conocía del excéntrico personaje. Su cabaña daba sobre un lago cuyas aguas alimenta el fiordo por uno de sus extremos y un río por el otro. Enfrente había una copiosa cascada porque las montañas rodean el paraje. Wittgenstein había hecho un plano para orientar a su amigo Georg Edward Moore y eso te permitía buscar el recoveco de su cabaña, pues en aquellos tiempos no había GPS ni nada similar y tenías que apañarte con el mapa de turno. Wittgenstein había nacido en un palacio vienés, porque su familia nadaba en la opulencia y gustaba de cultivar la rica vida cultural finisecular. Pero luego renunció a su fortuna y ejerció de maestro en un pequeño pueblo austriaco, además de oficiar como jardinero. Durante su periodo escolar coincidió en Linz con un compatriota coetáneo y hay fotos donde se les ve juntos. Me refiero a Adolf Hitler. Caprichos del destino.

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