El Sahel, ¿causa perdida?
Juanjo Sánchez Arreseigor
Historiador, especialista en el mundo árabe e islámico contemporáneo
Lunes, 1 de diciembre 2025, 00:01
El golpe de Estado en Guinea-Bissau nos obliga a mirar de nuevo al Sahel, especialmente a Malí. Cuando las colonias africanas de Francia alcanzaron ... la independencia, sus élites dirigentes establecieron dictaduras militares. No fue obra de Francia, se lo hicieron ellos mismos. Los nuevos dictadores buscaron un poderoso 'padrino' exterior, que en la mayoría de los casos fue la antigua metrópoli.
El Gobierno francés, buscando aferrarse a cualquier migaja de 'grandeur', respaldó a los nuevos déspotas para ejercer un neocolonialismo paternalista, con acceso preferente a los recursos mineros, fiscalidad privilegiada, pagando a menudo sueldos mezquinos y repatriando los beneficios. A cambio, cada vez que un país extranjero se volvía demasiado ambicioso, cada vez que los rebeldes avanzaban hacia la capital, París enviaba una pequeña fuerza expedicionaria y remediaba la situación. De esta forma y pese a los numerosos golpes de Estado por ajustes de cuentas internos dentro de la oligarquía, se mantenía una cierta estabilidad.
Al final, la 'estabilidad' bajo una oligarquía de militares golpistas acaba siendo estancamiento y el estancamiento, combinado con los 'sospechosos habituales' –corrupción sistémica, represión, censura, intervencionismo estatal arbitrario en la economía o las discriminaciones a ciertas etnias– acaba degenerando en colapso. Tras la gran rebelión tuareg de 2013 en Malí, la enésima intervención militar francesa, la 'operación Serbal', restableció con rapidez la situación, pero tuvo que estacionar una guarnición permanente, con ayuda de otros países que enviaron fuerzas, incluida España.
El yihadismo es una superestructura ideo-ilógica que legitima la combinación venenosa de dos elementos. El primero, un tsunami de emigración/ invasión hacia las tierras fértiles del sur, provocado por la desertificación del Sahel por elcambio climático, combinado con sobreexplotación y mala gestión, multiplicado por la explosión demográfica, con cinco o seis hijos por mujer. El segundo, el recuerdo histórico de descender de tribus guerreras que avanzaron hacia el sur para esclavizar a sus habitantes de piel más oscura y levantaron imperios, hasta que llegó otro imperio, el francés, con mejores armas, para barrerlos del mapa. Y ahora que los franceses se han marchado, ¡es el momento de reconquistar!
Francia entendió que, si incluso un Estado relativamente poderoso como Nigeria, grande y rico gracias al petróleo, se veía bajo crecientes problemas, era evidente que Malí no iba a poder aguantar sin drásticas reformas. El problema es que esas drásticas reformas requerían la democratización del Estado y a los militares no les dio la gana de dejar de ser la oligarquía gobernante. Derribaron al Gobierno democrático electo e instigaron una campaña de exaltación patriótica para expulsar por completo a los franceses. Como el conjunto de la población estaba harta del intervencionismo galo, el truco dio resultado. Francia se fue, pero sus antiguos cómplices no, porque eran esos cómplices los que ahora, de manera oportunista, lideraban la ola patriótica para seguir al mando del Estado.
Los que tampoco se marcharon fueron los rebeldes yihadistas. Los militares malienses no son verdaderos guerreros, sino una apoltronada y corrupta oligarquía dominante. Por eso necesitaban llamar a los franceses cada pocos años. Tras expulsarlos, intentaron reemplazarlos por mercenarios rusos del grupo Wagner, ahora llamado Afrika Korps. En su momento, pronostiqué que un puñado de mercenarios rusos, sin armas pesadas ni apoyo aéreo, no iban a ser suficientes para reemplazar a las fuerzas expedicionarias francesas, y en menos de tres años así ha sido. Los mercenarios han sido diezmados y los militares malienses son incapaces de frenar la creciente infiltración yihadista, incluso en regiones sureñas, pobladas por etnias que les son hostiles.
Ahora los yihadistas aplican el manual básico de la insurgencia: primero te apoderas del campo y luego empiezas a estrangular las ciudades, bloqueando sus suministros. Es muy posible que al ser todavía muy pocos y operar demasiado lejos de sus bases, entre una población hostil, no logren dar jaque mate a la dictadura maliense, pero ya tienen asegurado todo el norte del país, que son dos tercios del territorio. Allí van a poder construir su Estado de facto. Al cabo de ¿ocho, doce años? estarán realmente preparados para conquistar el resto.
Una nueva intervención exterior frenaría los avances yihadistas pero, sin reformas internas, nos limitamos a postergar el problema. Los militares malienses no son soldados; son presas que aguardan la llegada del depredador. Arrastrarán a su país consigo.
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