Intimidaciones matemáticas
Grigori Perelman, gran genio de los números, asegura haber probado la existencia de Dios; como san Anselmo pero con calculadora
El profesor de Matemáticas nos preguntó cuánto tardaríamos en contar correlativamente del uno al millón en voz alta. Las respuestas de los alumnos oscilaron entre ... treinta minutos y cinco horas. Acabado el escrutinio, sobre la pizarra, con un sencillo cálculo demostró que necesitaríamos cerca de dos meses, y eso sin detenernos para dormir, comer ni descansar, si tal cosa fuera posible. Aquel día experimentamos por primera vez el vértigo aritmético.
Cuando nos hablan de grandes cifras, la mayoría nos perdemos. E incluso nos dolemos, literalmente: observando sus cerebros mediante resonancia magnética se probó que algunas personas al verse confrontadas con problemas matemáticos activan áreas donde se localiza el dolor. Evidencia que los números son intimidantes, especialmente para quienes sufrimos de innumerismo o analfabetismo numérico.
De esto se aprovechan los listillos para confundir, engañar o aturdir a los incautos. Abundan los ejemplos. A mediados del siglo XX, el movimiento estructuralista acarició la aspiración de convertir las ciencias humanas y sociales en ciencias exactas. Uno de sus máximos exponentes, el psicólogo Jacques Lacan, contribuyó al esfuerzo con dos fórmulas que, según él, definían cabalmente la naturaleza del hombre y de la mujer. Las bautizadas como «fórmulas cuánticas de la sexuación» carecían de toda lógica, eran mera palabrería, pero nadie se atrevió a enmendar al gurú del psicoanálisis estructural.
Uno de los mayores genios matemáticos, el ruso Grigori Perelman, asegura haber probado la existencia de Dios; o sea, como san Anselmo pero diez siglos después y con calculadora. Y el astrónomo Frank Drake acuñó una famosa ecuación que presuntamente expresa la probabilidad de que el ser humano contacte con seres extraterrestres. Sin embargo, para el filósofo Bertrand Russell, que pasó buena parte de su vida buscando los fundamentos lógicos de las matemáticas sin encontrarlos, es esta una ciencia en la que nunca sabemos lo que decimos ni si lo que decimos es verdadero. A lo que otro matemático respondió: incluso erróneas, las cifras siempre son signo de exactitud. Falazmente precisas.
Por ese carácter absoluto, pretendidamente incontestable, guarismos, porcentajes y estadísticas se usan a menudo para cerrar bocas. Nos plegamos al dogma de que lo cuantitativo es siempre objetivo y lo cualitativo, subjetivo. Y ay de quien resista al omnímodo poder de la 'cuantitocracia' o gobierno de los números: quedará socialmente estigmatizado como «un cero».
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