Franco ha muerto, pero menos
Suárez y Martín Villa ordenaron hacer cenizas con los archivos de los cuerpos represores franquistas, hecho insólito en la historia europea
Hace cincuenta años venía al mundo la primera generación del posfranquismo. Nacieron en democracia pero no fueron formados en ella porque, tras cuatro décadas de ... antipolítica y adoctrinamiento, el sistema renunció a intervenir en las conciencias confiando en que, una vez engrasada la maquinaria constitucional de pluralidad política, libre expresión y elecciones, los nuevos valores de tolerancia, respeto y participación permearían de manera natural.
Esto se encuadró en el 'espíritu de reconciliación': pasar página y no hacer demasiadas preguntas sobre los horrores del pasado y sus responsabilidades al presente, preguntas que habrían emergido en cualquier reflexión seria, coherente y ordenada sobre lo que es y lo que no es democracia. Para mayor circunspección, Suárez y Martín Villa dieron orden a la Guardia Civil de hacer cenizas con los archivos de los principales cuerpos represores del franquismo (hecho insólito en la historia de las dictaduras europeas).
Así las cosas, no debe extrañar que generaciones crecidas en democracia profesen tibia adhesión a ella, más tibia desde luego que sus padres y abuelos que conocieron el viejo paño. Tampoco sorprenderá que 'el rey mago' que supuestamente trajo tan apreciable don se destape hoy como lo que siempre fue: un franquista quintaesencial que hubo de travestirse en demócrata para salvar la corona (por más que jurase de rodillas ante la Biblia los Principios Fundamentales del Movimiento, sabía de sobra que la suerte de la última dictadura de la Europa no comunista estaba echada por decisión de las cancillerías occidentales).
Por fas o por nefas, nos encontramos con que atavismos y actitudes del periodo franquista que creíamos extinguidos perduraron de forma latente en la sociedad y ahora resurgen sin complejos. Se nos dirá que la pulsión reaccionaria no es un asunto ceñidamente nacional sino que se está dando de manera global. Y, siendo esto cierto, no lo es menos que entre los españoles nacidos tras el 75 la política se ha vivido y vive con distancia. Del desencanto al pasotismo frente a la alicorta transformación social, del cabreo a la indiferencia ante la corrupción y la polarización, la confianza en la democracia ha resistido mejor, paradójicamente, entre las quintas preconstitucionales.
En todo caso, aquellos y nosotros compartimos el 'cinismo democrático', rasgo característico del país definido así por el profesor Maravall: apoyo a la democracia, vale, pero barnizado de desconfianza, cuando no de desdén, hacia sus representantes.
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