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Los mitos y la literatura han nutrido a la psicología de arquetipos que ilustran sobre los más variados trastornos y conflictos de la personalidad. Recordemos ... el complejo de Edipo y su equivalente femenino, el de Electra (asociados a pulsiones incestuosas), el de Peter Pan (lo padece el adulto que se niega a madurar), el síndrome de Münchausen (atraer la atención infligiéndose lesiones o fingiendo enfermedades) o el de Ana Karenina (la obsesión autodestructiva por otra persona). De todos podemos aprender algo sobre nuestras debilidades e infiernos interiores, y también sobre la manera de salir de ellos.
Observando a determinados contemporáneos, se nos ocurre incorporar a tal catálogo otro paradigma literario, este de origen guipuzcoano, ejemplarizante de un tipo de personalidad que se está prodigando en las cimas del poder político y económico: Txanton Garrote, protagonista de 'El borracho burlado', ópera cómica bilingüe del ilustrado Conde de Peñaflorida.
Txanton Garrote es un rústico jugador y perdulario que trae a mal traer a su sufrida esposa a la que un simpático criado, Diego, le ayuda a urdir un escarmiento. Mientras duerme la mona, Txanton es trasladado al palacio del marqués al que sirve aquel y, vestido con las mejores galas, guantes y sombrero, lo depositan en su alcoba. Al despertar, dos sirvientes compinchados le harán creer que las apariencias no le engañan pues en verdad es noble, el Marqués de Trapisonda, y que sus recuerdos de una vida pasada como plebeyo eran solo un sueño.
El muy bobalicón se traga el cuento y empieza a comportarse como cree que ha de hacerlo un distinguido caballero, lo que da pie a divertidas situaciones en las que el engreído pelafustán, sin pulimento ni medida, deja al descubierto su crueldad, codicia y rastrería. La obrilla se resuelve con la súbita entrada de Diego haciéndose pasar por el verdadero marqués quien, al encuentro con el 'okupa', amenaza con enviarle a la horca. Aterrorizado y corrido de la burla, Txanton pide clemencia y promete enmendarse.
'Complejo de Txanton Garrote' lo acusan tantos líderes 'à la page' siempre ebrios, pero de sí mismos, que se creen el no va más mientras se exhiben ante el mundo grotescos, zafios y narcisistas. Ayer hubieran pasado por bufones, hoy ocupan el lugar de las dignidades. No será fácil que recuperen el juicio como sí lo hace Garrote, que acabará rogando al respetable: «Aunque soy un borracho tengo mi pedazo de cortesía, y así os suplico que me perdonéis mis locuras». Nobleza obliga.
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