El exterminio judío a la Franja de Gaza
Solo me queda la palabra y la quiero emplear para dirigirme al Gobierno de Israel: «No sigáis ensuciando la memoria de seis millones de judíos con vuestro expansionismo»
Hace un tiempo publiqué un trabajo sobre el drama del exterminio nazi o Shoah, el mal llamado holocausto judío. Y digo que mal llamado porque ... el vocablo 'holocausto' no era de recibo ni para los judíos ni para los católicos que, tras la II Guerra Mundial, buscaban superar algunas de sus muchas diferencias. Todos estaban de acuerdo en que el exterminio por la Alemania nazi de seis millones de judíos y de otros tres millones de gitanos, discapacitados, homosexuales, católicos y comunistas durante dicha guerra no tenía nada que ver con lo que se entendía por 'holocausto' en la antigua religión griega, cuando los sacerdotes quemaban sobre el altar un animal (o cien bueyes, en el caso de una 'hecatombe') con la intención de aplacar la ira de los dioses gracias al aroma que desprendía la carne asada. Ni tampoco con lo que se podía leer en el Primer o Antiguo Testamento cuando Moisés ordenó a su hermano Aarón que él, y quienes le sucedieran en dicha responsabilidad, tuvieran un fuego permanentemente encendido sobre el altar para que se produjera un 'calmante aroma para Yahveh'.
Tipificar como 'holocausto' la llamada 'solución final' del nazismo era un insoportable despropósito o, si se prefiere, una blasfemia de tomo y lomo. De ahí, la necesidad de aparcar el empleo de esta palabra y usar, en su defecto, la de 'Shoah', un concepto hebreo que trata de expresar la situación en la que quedó Jerusalén después de las destrucciones del Primer y Segundo Templo, y que significa catástrofe, aflicción, desierto, vacío y despoblamiento. Y que, en referencia a la llamada 'solución final', se entiende como 'exterminio', en este caso, nazi. Traigo a colación este recordatorio porque creo que se puede aplicar al exterminio que desde hace casi dos años viene practicando el estado de Israel en la Franja de Gaza. Y lo hago tratando de llamar la atención –ya sé que inútilmente– al actual gobierno israelí y a la parte que, todavía sensata y sensible a la memoria de la Shoah, existe sin duda en Israel.
No ignoro que en el origen de la actual Shoah del pueblo palestino en la Franja se encuentra la entrada en Israel el 7 de octubre de 2023 de cientos de milicianos de Hamás, así como el asesinato de cerca de 1.200 personas y la captura de unos 250 rehenes, algunos de ellos liberados posteriormente. Tampoco ignoro la existencia de una extensa red de túneles que permite a Hamás realizar una guerra de guerrillas, muy difícil de afrontar para el ejército israelí; túneles en los que se encuentran escondidos, probablemente, muchos de los rehenes que todavía puedan seguir con vida. Y tampoco ignoro que Hamás es un movimiento islamista que, tras ganar las elecciones en 2006 y expulsar a su rival Fatah, empezó a controlar, un año después la Franja y que, desde entonces, una parte de los habitantes de la zona son también rehenes, y eso, a pesar de que la inmensa mayoría de los palestinos entiende, y con razón, que el israelí es un ejército de ocupación.
De la misma manera reconozco que el actual gobierno israelí –particularmente sus miembros de ultraderecha– ha mostrado un total y absoluto desprecio a las presiones internacionales y no tiene interés alguno en alcanzar un acuerdo que traiga de vuelta a los rehenes. Su interés prioritario es la expansión de la anexión, antes de que ya no les quede más remedio que aceptar un alto el fuego o alcanzar una solución política. Todo esto es conocido, sobre todo, por los directamente afectados. Como también es conocido desde el primer momento de esta guerra, la desproporcionada reacción del ejército israelí. Basta con recordar las duras palabras al respecto de Josep Borrell, entonces jefe de la diplomacia europea.
Lo que no sabemos la inmensa mayoría de los hombres y mujeres de buena voluntad que todavía pululamos por este mundo es qué podemos hacer para parar este exterminio del pueblo palestino. He leído y escuchado alguna sugerencia proponiendo que León XIV se traslade a la frontera de Egipto con Gaza para forzar la autorización que permita pasar a los camiones con ayuda o que se pusiera en las colas del hambre para parar –aunque fuera por unas horas– este exterminio. No dejan de ser propuestas que, desesperadas, parecen querer aplacar nuestra radical y desesperada impotencia.
A mí solo me queda la palabra. Y ésta la quiero emplear para dirigirme, primero, al gobierno israelí: «No sigáis emporcando la memoria de seis millones de judíos con vuestro expansionismo». Y, en segundo lugar, a la parte sensata que, sin duda, también existe todavía en el pueblo israelí: «Haced todo lo que esté en vuestras manos para evitar que se incremente el número de personas que están empezando a despreciar la memoria del exterminio nazi o Shoah de vuestros conciudadanos».
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