Infraestructuras tecnológicas para el bienestar
¿Podemos imaginar una situación de confinamiento como la que vivimos hace unos meses con unos servicios que no hubiesen estado a la altura?
La historia de la humanidad es una búsqueda constante de formas de satisfacer las necesidades humanas a través de la tecnología. En la medida en ... que progresamos evolucionan las expresiones de nuestras necesidades como individuos y como colectivos y nos enfrentamos a ellas desde el conocimiento que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra historia, manifestado a través de diferentes formas de tecnologías. En definitiva, son las necesidades las que mueven el mundo, pues son ellas las que inspiran nuestros esfuerzos colectivos e individuales para satisfacerlas.
De ahí que la dimensión de las necesidades humanas movilice esfuerzos colectivos e inspire una dimensión relacional a través de la cuál las personas generamos conocimiento fruto de un aprendizaje transformador que es individual y es colectivo, y que busca indefectiblemente satisfacer necesidades.
Los últimos tiempos nos han arrojado en medio de una pandemia que está azotando nuestras posibilidades de satisfacer necesidades básicas de las personas y está poniendo en evidencia la capacidad de las infraestructuras de las que nos hemos dotado para el bienestar. No hay más que ver los debates que se abren, como el del precio de la energía, la pobreza energética, el acceso a una vivienda digna, el acceso a internet, el empleo, el ingreso mínimo vital... Por eso se impone una reflexión sobre las infraestructuras tecnológicas de las que disponemos. Porque la situación está poniendo de manifiesto algunas cuestiones que dábamos por resueltas o que no nos habíamos siquiera planteado.
Las sucesivas oleadas de la pandemia han puesto en crisis muchas de estas infraestructuras
Lo primero que necesitamos aclarar es qué entendemos por infraestructura tecnológica para el bienestar. Pues bien, una infraestructura es un conjunto de elementos, dotaciones y servicios necesarios para el desarrollo de una actividad. Por otra parte, una tecnología es un conocimiento estructurado y explicitado cuya aplicación permite resolver una necesidad. En definitiva, si el conocimiento es la toma de conciencia de las cosas, fruto del aprendizaje, la tecnología es la forma que tiene de expresarse el conocimiento al hacerse explícito, adoptando formas materiales e inmateriales, con el objetivo de satisfacer una necesidad humana. Como vemos, lo sustantivo es la necesidad humana que se trata de satisfacer. De manera que una infraestructura tecnológica sería el conjunto de tecnologías que permiten resolver esa necesidad.
Y esto nos lleva a las necesidades básicas de las personas y a la manera de satisfacerlas, a través de tecnologías, en una situación de crisis como la que estamos viviendo. Si nos inspirásemos en Maslow y su conocida pirámide de las necesidades humanas, podríamos decir que en la base de la pirámide tenemos aquellas infraestructuras tecnológicas que pretenden resolver necesidades básicas como las comunicaciones, la energía, el transporte y la logística, la salud, la seguridad, el saneamiento, y la producción agroalimentaria. Un poco más arriba de la pirámide tendríamos las infraestructuras de producción de bienes y servicios, la asistencia social y los servicios financieros. A continuación, podríamos hablar de infraestructuras para la gobernanza y la educación. En todo caso, se trata de infraestructuras tecnológicas básicas para garantizar el bienestar, que están íntimamente relacionadas entre sí.
Las sucesivas oleadas de la pandemia han puesto en crisis muchas de estas infraestructuras. De manera muy especial las de la salud, que arrojan claramente déficits que necesitamos cubrir con urgencia y visión de futuro, dotándolas de medios humanos, materiales y capacidad de gestión que les permitan abordar los estresantes escenarios con los que se enfrentan. Con todo hay que reconocer que infraestructuras tecnológicas básicas como las de comunicaciones, energía y transporte y logística han respondido de manera adecuada. ¿Nos podemos imaginar, por un momento, una situación de confinamiento como la que vivimos en su día en la que estas infraestructuras no hubiesen estado a la altura?
No obstante, la experiencia vivida ha puesto de relieve la necesidad urgente de abrir un debate serio sobre la mejor combinación de infraestructuras tecnológicas para el bienestar. Un debate pendiente que necesita abordarse sin dilación para responder unas cuantas preguntas. Entre otras: ¿Qué prioridades asignamos a las distintas necesidades? ¿Cómo reforzar las infraestructuras más críticas según las necesidades? ¿Cómo equilibrar las inversiones en las diferentes infraestructuras? ¿Cómo garantizar el buen fin de las infraestructuras atendiendo a su titularidad pública o privada? ¿Cómo equilibrar las necesidades a corto plazo con las de largo plazo? ¿Cómo armonizar la satisfacción de necesidades desde lo local y desde lo global?... Cuanto antes nos pongamos a ello mejor será, porque las profundas transformaciones a las que nos enfrentamos ya están aquí.
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