Siete personas
Las imágenes son tan categóricas que solo cabe el silencio. Cualquier tragedia es asimilable si antes se ha deshumanizado a la víctima, pero la contemplación ... de la muerte en primer plano es inapelable y no se puede dudar de que las personas que se ahogan en ese muelle de la isla del Hierro son eso, personas. Ni inmigrantes, ni negros, ni unos peligrosos soldados que nos atacan para invadirnos. Se ahogan siete mujeres y el miedo de los que se salvan es real. El descubrimiento de que son personas es revolucionario, vergonzante.
El ultraconservadurismo libertario que escribe el guion de esta época ha invertido los papeles de agresor y víctima, y esa es «su operación más lograda», defiende Daniel Innerarity. Así, la defensa de los privilegios y del statu quo que consolida todas las discriminaciones se presenta como el colmo de lo heterodoxo, cuando no es otra cosa que la perpetuación de todas las marginaciones y el ejercicio del amedrentamiento y la humillación de los más débiles. Para ello, sigue el filósofo, se construye una retórica belicista que convierte a los desposeídos en poderosos.
El periodismo debe intervenir. Y debe hacerlo con la herramienta que maneja, la palabra. La forma de llamar a las cosas y a las personas no es neutral, ni moral ni políticamente. Comprar marcos, denominaciones (escribir 'mena' debería ser una deshonra) y relatos que vienen ya terminados es lo contrario a ejercer este oficio. Hace falta una negación perentoria. Ante unos poderes que han sofisticado su capacidad de mentir, la pregunta de Umberto Eco: cómo mantenerse críticos en la sociedad del espectáculo.
Eran personas. Solo personas. Siete.
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