Otro 8M histórico
Editorial ·
En vísperas de una oleada de elecciones, el Día de la Mujer emplaza especialmente a las dirigentes y candidatas a hacerse valer en lo que representan como clamor por la igualdadSábado, 9 de marzo 2019, 07:35
La celebración del Día de la Mujer jalonó ayer la historia por la igualdad, como lo hizo el 8 de marzo del año pasado. Las ... movilizaciones que tuvieron lugar en tantas partes del mundo pudieron mirarse en tiempo real en la infinidad de actos, concentraciones y manifestaciones que tomaron el espacio público en Gipuzkoa,Euskadi y el resto del país. Las mujeres que salimos ayer a las calles, aquí, nos sentimos parte de un movimiento global e imparable. Una jornada así permite recuperar parte de la energía que se emplea en el empeño cotidiano contra la discriminación, a menudo frustrante. Aunque, a su término, deja en el aire serias dudas sobre la manera en que tan multitudinaria llamada de atención pueda ser asimilada en las familias, los vínculos sociales, las relaciones industriales y el funcionamiento de las administraciones públicas. Dudas sobre la prontitud con que normas y presupuestos vayan a traducir, por artículos y por capítulos, las demandas que se hicieron una ayer: igualdad. Se hace presente el temor a que las fuerzas desplegadas el 8 de marzo de 2019 se malogren, perdidas en la infinidad de engañosos vericuetos de una realidad patriarcal o atenuadas ante las necesidades inmediatas de abrirse paso en los estudios, en la búsqueda de empleo y su mantenimiento, en la tortuosa aventura de ser alguien cada día. La extraordinaria capacidad de movilización, propiciada por la connivencia espontánea entre las organizaciones feministas y la respuesta de miles de redes de amistad, no cuenta con un canal propio de representación institucional que permitiera llevar a efecto sus vindicaciones con la misma inmediatez. Ha de atenerse a la función mediadora que partidos, sindicatos u organizaciones empresariales desempeñen en la interpretación de lo que pasó ayer. La naturalidad con la que tantos dirigentes barones se personaron el 8 de marzo, bien haciéndose partícipes de la jornada reivindicativa, bien contrapunteando su sentido y alcance, obliga a recordar que sigue siendo dominante la percepción de que se trata de un día excepcional, sujeto a que sirva para convocar el próximo 8 de marzo, en la presunción de que nada sustantivo va a cambiar mientras tanto. En vísperas de una oleada de citas electorales, la histórica jornada de ayer corre más riesgos que nunca de quedar orillada; lo que emplaza especialmente a las mujeres que forman parte de las direcciones de los partidos y de sus candidaturas a que se hagan valer en lo que representan como clamor por una paridad real y, con ello, justa.
Con todo derecho
El lunes volverán la normalidad y sus injusticias. Unas descarnadas, otras más sutiles y por eso mismo duraderas. Hoy y mañana, sábado y domingo, las emociones y los entusiasmos de ayer tienen dos días para disponerse a afrontar una realidad terca en cuanto a la perpetuación del machismo y las inercias que durante generaciones han mantenido a las mujeres en el rincón. El 8 de marzo de 2018 acabó con una conclusión unánime: suponía un antes y un después en la marcha hacia la igualdad. Al término de las manifestaciones de ayer destacaba, sin embargo, el propósito de impedir que se produzcan retrocesos en cuanto a políticas de género. La sonoridad de muchas de las consignas reflejaba ese tesón. Porque todo es discutible en democracia. Pero la libertad no puede ser utilizada para encubrir ambientalmente la violencia contra las mujeres, coartar nuestro libre albedrío y tergiversar los hechos que revelan injusticias extremas. La igualdad de oportunidades acaba siendo una falacia cuando se disuade a las mujeres de aspirar a todo aquello a lo que tienen derecho como seres humanos y ciudadanas de una sociedad abierta.
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