Fútbol: nueva liturgia para lo colectivo
En estos contextos de celebración han aflorado reacciones y tumultos que no debían suceder, pero también una demanda de espacios para el sentimiento compartido
Hay un dicho popular castellano que dice que la lluvia en Sevilla es una maravilla. Este sábado, la compañía de la lluvia al inicio de ... la final de la Copa del Rey predecía que iba a ser una noche excepcional y así fue para todos aquellos que tenemos corazón realista. Las emociones y los recuerdos del partido de ayer, aunque en nuestras casas, tendrán su prolongación en el tiempo y ayudarán a levantar el ánimo de una sociedad que necesita de pequeños gestos que le dibujen una sonrisa. En los últimos días se ha escrito mucho sobre lo que esta final podría suponer para los seguidores de uno u otro equipo. Sobre el palmarés, las motivaciones o la realidad que tiene cada afición. Pero el fútbol es mucho más que eso. El fútbol, en nuestra sociedad, es un elemento que ayuda a generar cohesión social, es un elemento aglutinador que nos dota de identidad. Se podría decir que en la transición del 'euskaldun-fededun' al 'beti egongo gara zurekin' hemos cambiado el modo, los referentes y ritos de paso, pero de alguna forma el sujeto sigue siendo el mismo.
Todas las sociedades necesitan sus elementos catalizadores de expresión colectiva. La sociedad vasca tiene varios ligados a las festividades populares o a la defensa del euskara pero es innegable que el movimiento que genera el apoyo al fútbol masculino sigue siendo un elemento ampliamente mayoritario. Así como en algún tiempo existía un amplio devocionario en torno a los santos que adornaban el calendario litúrgico (San Miguel de Aralar, San Ignacio, San Francisco Javier) hoy este devocionario se ha transformado hacia santos de duración más efímera pero mayor presencia social como 'san' Mikel Oyarzabal, Asier Ilarramendi o Igor Zubeldia por citar sólo algunos de nuestro entorno cercano.
Este domingo 4 de abril en el que redacto estas líneas se juntan en nuestras calles tres elementos llamados en uno u otro momento a movilizar a la sociedad de forma mayoritaria y a generar su identidad y conciencia social. En primer lugar el domingo de Resurrección, el día más importante del año para la liturgia y el calendario celebrativo católico. Durante muchos años era un día de celebración en el que se llenaban las iglesias con júbilo. En segundo lugar, y a consecuencia del primero, es también el Aberri Eguna, día en que se celebra el ser de Euskadi como nación y su aspiración a un proyecto nacional y social de envergadura. El Aberri eguna también fue un gran movilizador social sobre todo a principios del siglo XX y alrededor de la Transición. En tercer lugar, la celebración de la Copa del Rey, título deportivo cosechado por el primer equipo masculino de la Real Sociedad. De lo más universal a lo más local, la capacidad de movilización y generación de identidad va a la inversa, de menos a más si analizamos dichos fenómenos, siguiendo la estela de un ex-presidente del Athletic que hace tiempo dijo que los Estadios de Fútbol se habían convertido en las catedrales de la sociedad moderna.
La sociedad vasca lleva tiempo buscando un relato que le ayude a construir sus señas de identidad, su manera de explicarse al mundo. Muchas veces, en nuestro imaginario colectivo, nos gustaría mucho asimilarnos a una sociedad que se mueva a partir de la fluctuación de los grandes movimientos artísticos o culturales. Sin embargo, esa es, por el momento, una realidad imaginada mucho más que real. La realidad es que el deporte, en todas sus expresiones y el fútbol en particular sirve de modo mucho más real para generar estos espacios de expresión colectiva.
Existen voces que leen el fenómeno futbolístico como una de las expresiones del panem et circenses romano. Desde esta perspectiva, no conviene contemplar el fenómeno como algo que tiene sentido en sí mismo, sino como una especie de opio del pueblo que no nos deja ver la realidad de forma correcta. En mi opinión, más allá de discursos de postureo intelectual es imprescindible entender lo que este fenómeno moviliza, sus corrientes subterráneas, para hacer una lectura correcta de nuestra sociedad actual y futura.
El fútbol masculino vasco celebró ayer un gran día. La Real Sociedad ganó, igual que lo hicieron las chicas capitaneadas por Sandra Ramajo el año 2019. El Athletic perdió, pero podrá volver a intentarlo dentro de quince días. En estos contextos de celebración han aflorado sentimientos y reacciones; tumultos que no deberían suceder y alguna que otra acción solidaria. Todas ellas motivadas por el fútbol como fenómeno global, con una implantación muy particular. Y con las energías contenidas (o no) del contexto de Pandemia, que condiciona la lectura y los debates surgidos por la necesidad de contención y prevención. Pero también por una clara demanda de espacios para articular el sentimiento colectivo que es precisamente lo que las medidas implementadas hasta la fecha más reducen.
En este día después del Aberri Eguna es evidente que este país necesita construir elementos de movilización conjunta, capaces de generar identidad colectiva como la Korrika o los Kilometroak, Ibilaldia o Nafarroa Oinez. Este país necesita, salvando las distancias, una nueva liturgia. El fútbol, con todas sus imperfecciones, es un elemento imprescindible para ello. Si hace falta, tocando varias trompetas a la vez. O cada uno la suya. Pero compartiendo el ritmo y la melodía. Una licencia final: Zorionak Real, handiak zarete!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión