Vendimia
Las hojas están resecas en las parras, han sido meses de trabajo y de fatiga, se mecen al contacto de la mano suspendida que las separa del fruto contenido
Umbral del otoño, la puerta queda abierta a los vientos. Del levante llega una suave brisa que acaricia los viñedos mansos, quietos, cargados de fruta, ... pequeñas ubres tintas a punto de rebosar. Del poniente, el viento húmedo y fiero, áspero y sagaz hace bailar las ramas altas de los cipreses, agita los almendros alegres, echa a tierra los higos, cuyas entrañas dulces de miel se abren en el suelo dibujando corazones de color púrpura. Las palomas revolotean en la cercanía, son muchas y bien avenidas, se las ve en bandadas, acercarse y cercar el cielo próximo. Reconozco en la distancia ese don ligero del vuelo, ese afán de cruzar y descruzar límites, vallas y cercados, sobre los trigales recogidos, sobre los olivares sombríos, sobre los campos melodiosos, sin que nadie les advierta de ningún peligro. Los cazadores acechan, emboscados en una loma, resguardados bajo un techo improvisado de hojas y chapa.
Se adelantó la vendimia por la climatología; llovió cuando hizo falta, el sol estuvo cuando se le necesitaba, pero los últimos calores apretaron los frutos, dándoles un color y tonalidades no habituales. Podría parecer excesivo, si no fuera porque en la naturaleza, al contrario que en la sociedad, nada es excesivo ni nada es escaso. Son otras reglas, otras medidas, otros conceptos. Intentar entender lo natural con los pequeños ojos de hombres y mujeres, desde sus prejuicios de seres civilizados, es tan absurdo como querer encerrar todo el mar en un acuario. Siempre es más la porción de agua que queda fuera.
Las hojas están resecas en las parras, han sido meses de trabajo y de fatiga, se mecen al contacto de la mano suspendida que las separa del fruto contenido. Con cuidado se les corta el hilo fino que las une a la vida vegetal. Es un nuevo nacimiento que culminará cuando de todo ello se extraiga el rico mosto, y con tiempo, calma y procesos elaborados, saldrá el vino todopoderoso, bálsamo de conciencias inquietas, fármaco que despierta los sentidos dormidos, encierra temores infundados y también miedos cercanos, y muchas veces, por el abuso, adormila el juicio, obnubilando la razón liberada.
Otoño en su umbral, la puerta que abre el viento la cerraran el frío, la nieve y la lluvia recia, henchida de presagios. Pero, ahora mismo, la calma se extiende tranquila sobre el paisaje encendido; en la lejanía brillan las cimas de los montes calvos, un tren se escapa a toda la velocidad, llevando consigo toda la paz que cabe en un vagón.
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