Plátanos
Asistimos cotidianamente a la devaluación de lo humano y de todo lo que conlleva
La platanera es un mundo pequeño y adaptado a las necesidades del cultivador. Por las propias características de la plantación, se crea artificialmente un microclima ... extremadamente frágil y delicado, donde cualquier alteración en alguno de los elementos puede desembocar en un completo desastre. Para que los plátanos crezcan, esa ristra tan hermosa de ver como pesada de llevar a hombros, tiene que morir la planta original que le ha dado la vida, el vigor y la inteligencia necesaria para continuar en la ardua tarea de la supervivencia, que no es otra, en su caso, que seguir creciendo hacia arriba, ir robando luz y sol a su entorno, afianzándose en su territorio, a costa, si es preciso, de los demás.
Llamarlo crueldad es improcedente, porque los árboles que proporcionan fruta y nos adentran en un laberinto dulce de sabores, de colores y de texturas, las flores que nos ofrecen en su íntima generosidad esa gama de olores, esa fragancia increíble y, a veces, misteriosa, los arbustos que marcan el camino e, incluso, el paso de los montañeros, no tienen un sentido ético, ni siquiera un concepto de identidad como el que nos aflige e inquieta, nos incomoda y perturba.
La crueldad exhibida actualmente es un atributo humano, demasiado humano tantas veces. Es comprensible desde su mera esencia, aunque, por otras razones, no sea compartida ni justificada, al ser gratuita, arbitraria y sin parangón en la propia escala de valores, que son los que señala la historia de las civilizaciones y de la sociedad, con sus logros y sus desastres.
Asistimos, cotidianamente, a la ridiculización del pobre y desvalido; a la demostración obscena del odio al que, aun siendo convecino, no entra en las categorías conceptuales adquiridas; a la defensa cerrada y sin discusión de lo 'nuestro', en detrimento y en perjuicio del 'vosotros', sea lo que quiera significar; a la burla y oprobio de la bondad, vituperada en foros y tertulias, confundida intencionadamente con el 'buenismo', concepto recién incorporado a los ismos contemporáneos con intención aviesa y arbitrariamente degradante; a la compraventa de la dignidad en zocos y mercados; a la admiración de la fuerza bruta sin cortapisas; al elogio del olvido, origen de todos los males presentes; a la santificación de la mentira; al ego desmesurado; a la conversión del prejuicio en materia científica, vara de medir de la norma y de la sabiduría.
Asistimos a la devaluación de lo humano y de todo lo que conlleva.
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