Europa, de la futilidad a la nada
¿Cómo va a ser la UE interlocutor en crisis como la ruso-ucraniana si nuestra dependencia de EE UU es cada vez mayor cuando debería ser lo contrario?
La crisis entre Rusia y Ucrania ha puesto de manifiesto la nula importancia que tiene Europa en la geopolítica mundial. La responsabilidad de esta situación ... es, en primer lugar, europea, pero no debemos olvidar el papel de EE UU en la misma, ya que el desequilibrio de poder en la alianza occidental se acentúa por el incremento, cada vez mayor, de la asimetría a favor de la potencia estadounidense. Se podrá argumentar que los principales gobiernos europeos están inmersos en problemas de diferente calado que los mantienen ocupados (proceso electoral en Francia, escándalo del primer ministro en Reino Unido, división respecto a Rusia del recién constituido Gobierno alemán, etcétera), pero el origen de esta realidad es mucho más profundo.
El mencionado desequilibrio se ha acentuado desde la crisis de 2008 y varios factores lo avalan. Desde el PIB y la economía de la UE, que entonces era superior a la estadounidense y que en la actualidad es un tercio inferior, hasta la mayor utilización mundial del dólar respecto al euro, a la que sólo se están resistiendo China y Rusia. Acompañado todo ello por un cada vez mayor dominio tecnológico de sus principales empresas (Alphabet, Amazon, Apple, Meta, Microsoft...), por un menguante y menoscabado poder militar y de tecnología de defensa propiciado por un menor gasto en este ámbito y, finalmente, por las arraigadas y endémicas divisiones europeas que han debilitado a la UE y a Reino Unido.
¿Cómo va a ser protagonista de nada la UE y el resto de Europa en la geopolítica internacional con estos mimbres? ¿Cómo vamos a sentirnos protagonistas, o incluso meros participantes, los europeos de situaciones que nos vienen grandes a causa de nuestros egoísmos, miedos y posturas pusilánimes? ¿Cómo vamos a ser interlocutores en crisis como la ruso-ucraniana si nuestra dependencia de EE UU es cada vez mayor cuando debería ser todo lo contrario? ¿Qué aspiramos a ser en el mundo cuando el centro de la geopolítica mundial se está trasladando al eje Asia-Pacífico y se nos ha escapado entre los dedos una alianza como la de la Guerra Fría? ¿O mejor aún, por qué no asumimos definitivamente la imperiosa necesidad de actuar como un bloque respaldado por un ejército propio?
El cambiante entorno estratégico en el que vivimos debería ser un acicate para una Europa en proceso de inconsistencia
Lo irónico de esta postura es que luego existe, o al menos se manifiesta como tal, una gran desazón y crítica con el liderazgo estadounidense que se comienza a apreciar en el creciente, aunque pequeño aún, movimiento soberanista europeo. Sorprende este malestar cuando el origen de los males europeos está en su falta de unidad y en la incapacidad de revertir esta tendencia que ha llevado al continente a ser un mero apéndice de un organismo mucho más vigoroso.
Por eso somos meros espectadores de lo que está ocurriendo en Ucrania. Por eso los rusos ven en este comportamiento una debilidad que nos elimina como interlocutores, a diferencia de lo que piensan de EE UU. Los estadounidenses han trabajado, y lo siguen haciendo, por fomentar la dependencia europea de su país, tal y como expresa su absoluto control sobre la OTAN. No olvidemos que su rivalidad bélica y económica tiene como objetivo mantener, tanto a Europa como a sus aliados asiáticos, en su órbita económica. Por tanto, no se trata tanto de aislar a China y Rusia como de mantener a los aliados en la mencionada órbita. Recordemos su postura en el caso del gasoducto 'Nord Stream 2' y las declaraciones sobre el mismo, el 27 de enero, de la subsecretaria de Estado estadounidense Victoria Nuland, o los acuerdos comerciales que imponen costes crecientes a Europa a la par que impiden a ésta acceder a las ganancias del comercio con Eurasia. La reciente afrenta a Francia en la denominada 'crisis de los submarinos' es un claro botón de muestra.
Las declaraciones de Nuland sitúan el papel de la crisis de Ucrania en su lugar: el negocio, como de costumbre. La crisis es real por el interés estratégico y financiero estadounidense, ya que Ucrania es un actor irrelevante a la par que un chivo expiatorio de intereses ajenos, entre los que no podemos olvidar los rusos. Está destinada a interrumpir los vínculos entre Europa y Rusia, especialmente en lo que respecta al suministro de gas ruso al Viejo Continente, y en ello, y por otros intereses, Putin y Rusia tienen también una clara responsabilidad.
El mundo está atravesando un período de múltiples crisis (económica, sanitaria, social, de globalización...) que están generando cambios de envergadura en el modelo político, en los intereses y en las alianzas de los principales actores del orden mundial. El cambiante entorno estratégico en el que vivimos debería ser un acicate para una Europa en franco proceso de inanidad e inconsistencia.
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