Depende, todo depende
No podemos reducir a cero los casos de 'bullying', pero sí detectarlos antes, aplicar los protocolos a tiempo, acompañar mejor y rebajar el sufrimiento
Eugenio Ibarzabal
Domingo, 23 de noviembre 2025, 06:23
Acababa de volver de EE UU, donde había estudiado mejora y equipos de mejora con quien fue mi maestro, Franklin Schargel. Fue él quien me ... habló por primera vez del 'bullying', descubriéndome que la infancia y la adolescencia podían constituir una de las peores épocas de la vida. Al volver, lo conté a las direcciones de las redes de equipos de dirección con las que trabajaba. Escuché por primera vez aquello de «cosas de niños, ya sabes».
El 21 de septiembre de aquel mismo año, Jokin Zeberio, de quince años, se suicidó en Hondarribia. El velo se rasgó. Mi sorpresa se hizo mayor cuando supe que hubo profesorado cuya reacción fue la de exigir su defensa a la Delegación de Educación contra las acusaciones que, según ellos, se estaban vertiendo contra el colectivo.
Luego creamos un centro de innovación, donde, conscientes de la importancia de la pronta detección del caso, un grupo de profesionales diseñó una herramienta para hacerlo. Consta su éxito.
Veinte años más tarde, trabajo con la Fundación Fidias, en el barrio de Lamiako, en Leioa, una comunidad amable que cuida a jóvenes en situaciones vulnerables, en su mayoría inmigrantes, a los que ofrecemos apoyo escolar y psicológico a través de más de doscientas personas, en su inmensa mayoría estudiantes; cuando algunos hablan de «¡cómo está la juventud!», les diría: la que conozco y trato es, sencillamente, maravillosa.
Y me vuelvo a encontrar con el 'bullying'. Otra vez ayudando a detectar y acompañar. Observo que ahora la conciencia del problema es muy superior, y que desde la Administración y el profesorado se ha trabajado mucho, pero también descubro nuevamente que su resolución depende de quién sea el profesor, la profesora, el tutor o la tutora de turno. En definitiva, que todavía depende.
De la misma manera que es inaguantable el maltrato a una mujer, lo es que en un centro se torture a un niño
El problema es complejo y desagradable. Aprovechar para cargar contra la Administración o el profesorado, de la concertada o la pública, familias o colectivos, o cultivar el amarillismo en medios puede 'quedar' muy bien, pero las víctimas, desgraciadamente, siguen sufriendo igual. No basta con identificar al culpable para encontrar la solución.
De la misma manera que es inaguantable el maltrato a una mujer –¿se imaginan escuchar que «ha ocurrido desde siempre y ocurrirá»?–, es igualmente inaguantable que en un centro se torture a un niño, a una niña. Sí, que se torture, con esas palabras. Pero la solución pasa por un trabajo de enorme delicadeza y compromiso. Hablando de 'bullying', hay también profesorado que es maltratado por niños.
En una clase hay los mismos seis tipos de personas que en la sociedad. No es más que su reflejo: quien es maltratado; quien maltrata; quien maltrata y, a su vez, es maltratado; quien se coloca con los matones; quien se solidariza con las víctimas; y, finalmente, quien pasa absolutamente de todo. Al igual que en la sociedad. Y así, de generación en generación.
Sé que existen protocolos bien elaborados y no pretendo hacer creer que podemos rebajar los casos a cero, pero sí detectarlos antes, poner los protocolos en marcha a tiempo, acompañar mejor y, en consecuencia, rebajar el sufrimiento, porque ¿qué importa que el protocolo sea bueno si no hay garantía de que se aplique?
Una clave está en que no todo dependa de 'quién te toque en clase'. Y esto lo sabe bien la comunidad educativa. No puede pasar que pase, y que luego no pase nada; a veces porque no se quiere, pero también porque hay quien se abruma y no sabe cómo gestionar el problema. Porque hay quien se preocupa, escucha, atiende y acompaña, y hay también quien simplemente dice que no tiene tiempo, ni recursos, ni cree que es su problema. A estos últimos les diría: ¿y si esta tragedia la sufriera uno de los tuyos?
En estos momentos en que la queja por la inseguridad se incrementa, ¿cómo podemos 'zigzaguear' ante la inseguridad en algunos centros? Se pueden desarrollar sistemas de aseguramiento: no solo decir lo que hay que hacer, sino hacer que se cumpla lo que se ha dicho que había que hacer. No se cumplirá al cien por cien, pero cada implantación efectiva supone rebajar el sufrimiento.
Otra clave es sistematizar buenas prácticas de acompañamiento por profesionales que lo hayan hecho bien. No teóricas, sino obtenidas de la experiencia del día a día. De teorías estamos todos un poco hartos. Mejorar y garantizar, pues, la detección, identificar y sistematizar buenas prácticas, desplegarlas en los centros tras experiencias piloto iniciales y, sobre todo, asegurar su aplicación.
Los chavales que han gritado al aire en las recientes manifestaciones contra el 'bullying' podrían hacer también algo más práctico: identificar a las víctimas, solidarizarse con ellas, ayudarlas y denunciar en sus centros lo que ocurre en sus clases. Desgraciadamente, han seguido la rutina fácil de sus mayores: 'hacer que se hace'.
Así nos va, así les irá y así continuará el sufrimiento. Porque lo que sucede en torno al 'bullying' no es más que un reflejo de lo que hoy ocurre en este país.
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