Emergencia prolongada
Editorial ·
El Gobierno fía encauzar la pandemia a prórrogas moduladas del estado de alarma levantando, al tiempo, el parón sobre la actividad económica. Mientras, la crisis exige más claridad y menos retóricaDomingo, 5 de abril 2020, 08:30
La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez de solicitar al Congreso la prolongación 15 días más, hasta la medianoche del 25 de abril, del estado ... de alarma que vencía el próximo sábado venía dándose por descontada dada la letalidad que aún sigue exhibiendo el Covid-19 y a que el confinamiento no ha logrado revertir aún de manera concluyente la cadena de contagios. Pese al sacrificio individual y colectivo que comporta mantener el aislamiento, cuyas consecuencias físicas y emocionales se agudizarán con el transcurso de las semanas, la inmensa mayoría de los ciudadanos ha interiorizado que han de ver restringida su libertad de movimientos –la de su vida cotidiana, en definitiva– para poder doblegar al coronavirus. En otra larga comparecencia sabatina, el presidente anunció una medida más que se cruza con la anterior –el levantamiento del parón de la actividad económica no esencial en la fecha prevista, ese Jueves Santo–; y anticipó que será necesario dilatar aún más el estado de alarma, aunque con la previsión de ir relajando el encierro para recobrar paulatinamente la normalidad siempre que la evolución de la pandemia sea benéfica. Es decir, Sáchez dibujó un escenario que se proyecta más allá del 25 de abril con un confinamiento modulado progresivamente y, en medio, once días de cierre empresarial casi absoluto, confiando en que ese doble cuadro de mando le permita embridar el virus de aquí a mayo. Se trata aún de un delicado equilibrio sujeto, jornada a jornada, a un balance sanitario que continúa siendo tan dramático como inasumible; un equilibrio que seguirá cimentado sobre la solvencia de la respuesta sanitaria y sobre el compromiso cívico de todos y cada uno de nosotros.
Dudas sobre el material y Pactos de la Moncloa
Resultó particularmente extraño que Sánchez esperara al turno de preguntas filtradas para aclarar un factor tan sustancial como que la «hibernación productiva» finalizará en la fecha prevista. La confusión general que generó el decreto aprobado hace una semana, el malestar suscitado no solo en las distintas patronales sino también en uno de los socios clave del Gobierno –el PNV y el lehendakari–, los cambios sobre la marcha introducidos en la reglamentación original y el desplome histórico del empleo en los primeros 15 días de aplicación del estado de alarma alimentan dudas sobre hasta dónde ha valorado el Ejecutivo el contexto sanitario con el que justificó una decisión tan drástica y hasta qué punto está pesando ya la dimensión económica de la catástrofe. El presidente volvió a envolver ayer unas decisiones excepcionales en una retórica inclinada al voluntarismo. Porque llegados a este punto la ciudadanía necesita saber con claridad si tiene que salir a la calle con mascarillas o no y si el Ejecutivo está en condiciones reales de garantizar, como prometió Sánchez, el suministro. Necesita poder confiar en que el material que rastrea Sanidad en los saturados mercados internacionales no va sufrir fiascos como los de los test chinos y los respiradores turcos. Y necesita tener confianza en que el canto que Sánchez y otros líderes institucionales están haciendo a los mayores se traduce en un control efectivo de lo que está ocurriendo en las residencias. El presidente, que está vez sí ha contactado con los partidos aunque la prolongación de la alarma se diera por hecha, sugirió la posibilidad de remedar los Pactos de la Moncloa que sostuvieron la Transición. Un objetivo que no puede quedarse en una mención vaga y que pasará examen este jueves, cuando el Congreso debata las iniciativas del Gobierno.
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